Capítulo: 3.

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— Eso te pasa por atragantarte de comida, bestia — bromeó.

Reí ante el apodo que desde hace años llevábamos diciéndonos, baje mi mirada a mis manos, aun me costaba asimilar lo que acababa de pasar.

— Bueno, eso me pasa porque me hiciste venir desde el otro continente sin comer. — refuté, riendo.

Sakura se sentó a mi lado y me arrebató la galleta para terminarla de comer ella. 

 — ¡Oye! 

— Hay pizza en el refrigerador, creo que eso podría llenarte más que una galleta.

— Tengo más sueño que hambre, así que mejor mañana me llevas a desayunar. — sonreí — Oye, Sakura . . . — vacilé y me dedique a juguetear con los dedos de mi mano — Naruto es . . . ¿Tu novio? 

— Y lo que más amo. — afirmó. 

— ¿Y por qué no me lo habías contado, señorita? — me hice la indignada. 

— Porque . . . Llevo un mes saliendo con él.

— ¿Un mes? ¡Nuestra última llamada fue ayer! — le recalqué.

Ella se encogió de hombros en su lugar. 

— Bueno, bueno, quería darte la sorpresa. 

— Pues, lo lograste, Pensé que después de lo de Sasuke tú ya no . . . — me quedé a la mitad de la frase, pero ella me entendió. 

— Sí, yo también lo pensé. Sí no, no hubiera huido del país como cobardemente lo hice — sonrió — Pero conocí a Naruto y . . . estoy enganchada. 

— ¿De verdad? Hace un mes que salen, que tanto lo puedes conocer  — musité. 

— Lo suficiente, Hinata — me miró seria — pensé que estarías contenta por mi. 

— ¡Lo estoy! — y lo estaba de verdad, pero algo se removía dentro de mi, algo que me hacía estar confundida. Ese tipo de confusión cuando no te explicar, el porqué las cosas avanzan tan rápido y cambian de un día para otro.  — Estoy feliz de que hayas seguido adelante con tu vida, me pone el ejemplo. — admití.

— ¿Qué quieres decir con que te pongo el ejemplo? ¿Te sigue gustando Kiba? — saltó hacías atrás mirándome con los ojos como platos.

— ¡Para nada! Eso ya pasó, a lo que me refiero es que, no te quedas estancada en un pasado: como yo con el accidente de mis padres.

— Oh, Hinata. Eso fue hace ya tres años, ahora eres una fotógrafa profesional de veintidós y tienes mucho que sacar de esa vida que llevas. — me pasó el brazo por los hombros. — Pero ahora no hablemos de temas tristes, mejor dime ¿has conocido a alguien especial?

Sonreí ante su curiosidad y su enorme sonrisa indagante. Pero a la mente se me vino el nombre de Naruto, como una oleada del viento, rápida y fugaz. 

— Que cosa más extraña . . . 

— ¿Qué? ¿A quién conociste? — me di cuenta entonces de lo que había pronunciado en voz alta o sufrientemente fuerte como para que Sakura me oyera.

— ¿Eh? Ah . . . — tartamudeé.

— Vamos, sé que conociste a alguien, tus ojos me lo dicen. — insistió, con la sonrisa aún más amplia y los ojos chispeantes de curiosidad.

— Pues, amh . . . Sí y no. — farfullé. 

— ¿Sí y no? ¿Cómo es eso? 

— Bueno, conocí a alguien que a decir verdad, me deslumbró: pero . . . 

— ¿Pero qué?

— No creo en el amor a primera vista, lo sabes. — sacudí la mano, como restándole importancia al asunto. 

— Sí, ¿pero sabes? Con Naruto fue amor a primera vista. — sonrió, como sí de pronto se hubiera perdido en el recuerdo. — ¿Tú donde conociste al chico? — pregunto de repente. 

— Ehmn . . . En . . . — vacilé, mientras buscaba algún lugar ideal. — En el avión. 

— ¿Se sentó junto a ti? — la curiosidad de Sakura parecía nunca terminar.

— Mnhn  . . . — Recordé entonces cuando Naruto se sentó a mi lado en el piso del pasillo, reí. — Algo así. 

— ¿Quieres contarme?

— No en realidad, no tiene demasiada importancia, Sakura. Era solo un chico atractivo, cuantos más no hay aquí. 

Y era cierto, porque para empezar, Naruto solo era una cara bonita entre muchos otros rostros en toda Venecia y además, no podía inventarme una historia acerca de otro chico solo por no tener el valor de decirle a Sakura que su novio me parecía lo más atractivo desde que había llegado a Venecia. 

Pero en mi no era normal.

— Estoy realmente cansada, Sakura, dime ¿Dónde está mi cama? 

— Habitación. — corrigió ella y luego sonrió. — Justo allá. — señaló hacía la derecha, apuntando una puerta de madera, blanca. 

— Que duermas bien, Hinata. ¡Wow! No puedo creer que estés aquí. — lo último pareció que se lo dijo a ella misma. — ¡Te quiero!

— Y yo a ti. Buenas noches.

Arrastré las maletas hacia el pequeño cuarto que sería mi habitación y luego me interné en el. Era de tamaño medio, ni tan grande ni tan pequeño. Ideal para mi, la cama estaba al otro extremo de la puerta, contra esquina: cerca de la ventana y había un pequeño escritorio a lado derecho y un armario enfrente de la cama y del escritorio pequeño. Saqué de la maleta más pequeña el estuche y lo coloqué sobre el escritorio, estaba demasiado cansada como para ponerme a acomodar la ropa justo ahora.

Me acosté sobre la cama y coloqué las manos bajo la cabeza, entonces me puse a pensar en todo lo ocurrido durante el día, y el rostro que había traído a mi memoria, era tan bello como el de un ángel, pero, un rostro que no me pertenecía. Pero, ¿por qué había pensado en él? En la idea de que Sakura y Naruto no se conocían lo suficiente como para decirse "Te amo"; me reí por lo bajo al descubrir que lo que tenía ahora era envidia, desde Sasuke solo idiotas habían figurado en la lista de su corazón, y ahora Sakura había encontrado a alguien que no lo parecía, y yo le tenía envidia. Volví a reír. Que patético, pero lo cierto era que detrás de aquella risa burlona había una palpable preocupación, el corazón de Sakura no podía volver a romperse por segunda vez en una forma tan desastrosa como la primera. Allí figuraba mi miedo. 

O eso creía yo. 
  

  

Manual de lo Prohibido → NaruHina.Where stories live. Discover now