Capítulo: 24.

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Kiba me observaba con sus grandes ojos impaciente para que respondiera a la misma pregunta que yo entable hace unos segundos, pero no me animaba a ser lo suficiente sincera para aclara todo el asunto en si.

Demonios, ¿es tan difícil de admitirlo en voz alta? 

Entonces él volvió asentir con la cabeza en busca de una respuesta.

 — Bueno . . . — guardé silencio por un minuto, mientras que los ojos chocolate de Kiba esperaban que siguiera hablando — debo de comentarte que si, me gusta alguien, muchísimo. Y es . . . Bueno, es . . . 

Su sonrisa se mostraba en sus labios, pero solo finándolos. Con una mirada totalmente comprensiva, claro, ¿no era lo bastante obvia? 

— Pero es el novio de Sakura, y ella es tu mejor amiga . . . — murmuro, con leve tono de desesperación. 

— ¿Y crees qué no lo sé? — dije, triste — Pero uno no decide de quien enamorarse. — cité, lo que hace unas horas había aprendido de Lee.

— Eso explica lo de la rosa, ¿es por eso . . ? 

Lo interrumpí. 

— Bueno, Sakura llegó ayer y la vio tendida sobre la mesa de centro, me preguntó que si fuiste tú quien me la había dado y dije que no, ya sabes, no quería que empezará a especular más de lo que ya lo hace; entonces le dije que era de Naruto quien se la había dejado a ella, porque no podía decirle que su novio me la había dado a mi. — explique. 

— Eres una gran amiga, Hinata. — me acarició el hombro. 

Capte inmediatamente su tono sarcástico y frívolo ante mi declaración de los hechos. Sin mencionar, su gesto burlón. Bien, entiendo perfectamente todo lo que eso implica, pero quiere decir que quise hacer todo eso, permitir todo esto con la gran consciencia o lo poco acorde que me encontró en estos momentos.

— Claro que no, ¿Qué clase de amiga se enamora del novio de su mejor amiga? — dije, en un chillido ahogado. 

— Bueno, exceptuando eso. Entonces, ¿te molesta que yo . . .? Ya sabes. 

— Kiba, no quiero usarte para darle celos a Naruto. — baje la mirada, asumir algo así para parecer arrogante no es uno de mis fuertes, pero no pretendo más hacerlo. Es por eso, que dar paso a la vez, podría mejorar las cosas. 

— No siento que lo hagas. Aunque, Naruto si siente celos, cosa que no debería. 

— Eres un gran amigo para mi, Kiba. Es así como yo te veo. Discúlpame. 

— No tienes que pedir perdón por eso, Hinata. — sonrió — Eres muy linda, claro, pero también eres una amiga para mi. 

— Gracias, Kiba. 

— ¿Y ahora qué piensas hacer? — me preguntó. 

— Trato de ignorar a Naruto. 

— ¿Por eso no le abriste la puerta? — y volvió su tonito burlesco, con la causa de provocar una pequeña sonrisa se me escapara por unos segundos antes de afirmar que así fue. 

— ¿Cómo sabes eso?

— Mi tía me dijo que lo vio sentado allá afuera, como sí esperara.

Suspiré. 

— No siempre puedes evitarlo, Hinata.— me dijo. 

— Ya lo sé.

— ¿Sabes? A lo mejor no es enamoramiento, simplemente es deslumbramiento muy profundo. — trato de animarme. 

— ¿Qué diferencia hay?

— Que en uno estás enamorada, en el otro no. — "Ajá" Así de simple como suena la cosa, pero su nombra no provocó nada en mi e inmediatamente volvió a la seriedad — Cuando me ocupes, sabes que voy a estar allí. — me acarició la rodilla. 

— Gracias, Kiba. En serio, gracias. 

Una vez aclarada las cosas, Kiba y yo pasamos el rato riéndonos, aunque mi risa no fuera con mucho sentido.

— Creo que ya es hora de irme. No quiero perderme la cena. — dijo Kiba, sobándose la panza.

— Esta bien. Ojala podamos vernos mañana. — sonreí.

— Claro. 

Me paré para abrirle la puerta de mi habitación y Kiba me siguió. En cuanto la madera me dejo ver la escena exterior, deseé cerrarla de nuevo de un solo portazo. ¿Cuántas veces se necesitaba ver la escena amorosa entre Naruto y Sakura para que mi corazón se rompiera por completo? Me paré en seco y Kiba detrás de mi. Naruto y Sakura se separaron y sus bocas volvieron a ser dos. Algo dentro tironeó mi corazón. 

— Perdón. — dijo Kiba, ya que yo me había quedado sin voz. 

— Oh, no te preocupes, Kiba. — se levantó Sakura del sofá y se acercó — ¿Ya te vas? — preguntó, medio consternada. 

— Si. 

Me empujó discretamente por la cintura, mientras que yo me esforzaba por borrar mi rostro afligido. Medio reaccioné. Seguí a Kiba hasta la puerta y él notó mi reacción.

— Nos vemos luego, chicos. — dijo Kiba y dijo adiós con la mano a Sakura y a Naruto. Entonces se acercó a mi y me plantó un beso tierno cerca, muy cerca de los labios, rozando solo las orillas y antes de que se despegara demasiado de mi rostro me guiñó el ojo. 

Me quedé parada allí, analizando lo que Kiba acababa de hacer, o mejor dicho, el porque lo había hecho. 

— Adiós. — musité por fin y luego cerré la puerta tras ver la sonrisa de Kiba. 

Me giré y los ojos inquisidores de Sakura me acusaron mientras que los de Naruto me miraban como si estuviesen furiosos. Pero eso era imposible, ¿no? No puedo enojarse tanto por una estúpida rosa. Porque . . . eso era la razón, ¿no?

Se limitó a intimidarme y cuando lo notó dejo de hacerlo y volteó la mirada.

— ¿De qué tanto hablaron tú y Kiba? — preguntó Sakura, la curiosidad que siempre la caracterizaba en ella ahora me resultaba extrañamente fastidiosa. 

— De nada importante, ya sabes. — me encogí de hombros — su tía, la cena — dije, divagando un poco — ¿Sabes? Voy a ver si tenemos correspondencia. — inventé, para poder escapar un rato de aquel incómodo momento. 

— Pero . . .

No dejé que Sakura terminara e interrumpí el sonido de su aguda voz cuando la puerta me colocó del otro lado, suspiré y bajé con lentitud las escaleras, necesitaba un poco de aire fresco. Llegué hasta el último piso y revisé en el cajón marcado con el 312 para ver si teníamos correspondencia, no había nada más que unos cuantos folletos de publicidad sobre cuentas de banco, a lo poco que pude entender. Arrugué los papeles y los hice una bolita mal hecha, luego salí del edificio y me senté en las escaleras de la entrada en donde deposité las bolitas de papel a un lado, me llevé ambas manos a mis ante brazos, esta noche había decidido teñirse de un azul oscuro y gélido aire. Suspiré. haciendo que el vapor saliera de mi nariz y chocara con el frío. 

La puerta se abrió a mis espaldas y antes de que pudiera articular algún pensamiento su voz me distrajo. 

— Necesitamos hablar. — me dijo Naruto, haciéndome pegar un brinco, su tono era un poco áspero y cuando giré a mirarlo, se esforzaba en ocultar su rostro medio colérico pero la máscara no resistía muy bien. 

De pronto me asusté. ¿Tan mal se había tomado que yo le haya dado la rosa a Sakura? Le miré con ojos angustiados. Se sentó a mi lado, allí en el frío cemento de las escaleras desgastadas de la entrada y el contacto con su piel me produjo un tierno calor cuando su brazo y hombro al mío. 

— ¿Qué sucede? — pregunté, sin querer que nuestras miradas se encontraran. 

— ¿Qué fue eso? — me dijo con el mismo tono de voz. 



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