Capítulo: 7.

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— ¡Hinata, levántate ya!

Me removí entre las sábanas y no hice intento alguno por abrir los ojos.

— ¡Bestia! — volvió a golpear la puerta — Naruto vendrá en cualquier momento. 

¿Naruto? Abrí los ojos, completamente despierta y aventé las sábanas hacia un lado. Salí de la cama en un santiamén y abrí la puerta. Sakura corría de un lugar a otro en busca de algo.

— Yo creí que no te levantarías nunca. — farfulló.

— ¿Qué buscas? — pregunte.

— Mi bolsa, puedo jurar que la dejé aquí. — apunto al sofá. 

Miré el reloj, faltaban veinte minutos para las seis de la mañana. ¿Cuánto se tardaría Naruto en llegar?

¿Por qué me pregunto eso?

— Busca en tu cuarto, Sakura.

Ella me miro y salió corriendo a su habitación. Dos segundos después llamaron a la puerta.

— Hinata, por favor abre. — me grito Sakura desde su cuarto.

Caminé perezosamente hasta la puerta y la abrí. Lo que vi me deslumbro por completo.

— Buenos días. — me sonrió y aquella fierecilla enjaulada salto de un lado a otro en su pequeña cárcel. 

— Buenos días, Naruto. — le devolví la sonrisa — Pasa.

Le abrí camino y me le quedé mirando mientras pasaba a mi lado, llevaba puesta una chaqueta negra al igual que los apretados pantalones que traía, por dentro de la chaqueta se alcanzaba a ver una camisa en tono rojo. Usaba unas gafas de sol que le daba un aspecto más comercial a su rostro, parecía de esos modelos que solo ves en televisión.

 — Bonita pijama. — musitó mirando mi atuendo.

Enrojecí hasta los huesos y me mordí el lado inferior, completamente apenada. Nadie, exceptuando a Sakura, me había visto en pijama. 

— Gracias.  — murmuré, sentía mis mejillas arder a más no poder.

— ¿Dónde está Sakura?

— En . . . 

— ¡Aquí!  — la interpelada salió de su habitación con la bolsa en la mano y me interrumpió.

Desvié mi mirada, dándoles privacidad y me escabullí hasta mi cuarto. Privacidad, ¿eso quería darles? O solo quería calmar a la fierecilla que de pronto se sintió incómoda.

Me vestí rápidamente y me hice una coleta de lado.

— ¡Hinata! Debo irme — gritó Sakura, desde algún lugar cercano a la puerta.

Salí del cuarto no sin antes tomar mi cámara fotográfica.

—  Te veo más tarde, espero se diviertan. — dijo  — Los amo, a los dos.

— ¡Suerte!  — dije, pero ella ya había cerrado la puerta.

Mire entonces Naruto, quien se encontraba parado mirándome a mi.  

—  Creí que íbamos a desayunar en pijama. — musitó, divertido al notar mi cambio de ropa. 

El rubor corrió de nuevo por mis mejillas y bajé la cabeza.

—  Es muy temprano para desayunar. — musité.

Él rio.

— Claro. —   sonreí y él me hizo seña de que saliera del departamento.

Tomé mi bolso y me lo crucé por el cuerpo, echando allí mi cámara; luego él me abrió la puerta y me dejó pasar primero. Se deslizó después hacia mi lado y caminó junto a mi, su perfume, mezcla de miel y frutas tropicales se introdujo en mi nariz. 

— ¿Escaleras o ascensor? — preguntó.

—  Escaleras, es el tercer piso. — decidí.

Sonrió como sí le hubiera gustado mi elección. Espero a que yo me adelantara y luego me siguió muy cerca. Cuando salimos del edificio, caminé hacia la derecha, muy decidida. 

— ¿A dónde vas? — pregunto Naruto y me giré a mirarle, entonces me di cuenta de que ya no me seguía sino que estaba parado y reía.    

— Pues, a tomar un taxi o un autobús. —  me encogí de hombros, confundida. 

Él rio con ganas y sus carcajadas atronaron en mis oídos como la entonación de cascada al caer al lago.

No comprendí que le resultaba tan gracioso y fruncí el ceño. 

— No pensarás que tomaremos un taxi hasta allá, ¿verdad? — dijo, medio serenado — Porque sí es así, no creo que tengas el dinero suficiente como para pagar el viaje, recuerda que no esta muy cerca el lugar. — rio de nuevo — Y no hay autobuses hasta ese lugar, a menos de que tomes tres o cuatro.

Me quede en silencio y relacioné sus palabras con sus acciones.

— ¿Te estás burlando? — volví a fruncir el ceño.

L carcajada melodiosa que aun salía de su garganta enmudeció, y su rostro se volvió serio y cauteloso.

— No. 

— ¿Entonces por qué te ríes? — enarqué una ceja.

— Porque me pareció un poco . . . Gracioso. — aun bajo las gafas de sol, su expresión era como la de un niño que es regañado por su madre.

— Para mi no es gracioso. — dije, severa pareciendo enojada.

— Lo siento, yo . . .

Estallé en fuertes risotadas interrumpiendo su disculpa y se me quedó mirando extrañado. 

— ¡Caíste! Creíste que me había disgustado. — alcancé a soltar entre risas.

Su rostro dejó la seriedad y preocupación y se dibujo en él una bella sonrisa.

— Eres mala. — musitó y luego rio.

— Solo a veces. — reí — Pero bueno, ya hablando en serio, 'en qué nos vamos a ir? 


Manual de lo Prohibido → NaruHina.Where stories live. Discover now