CAPÍTULO 10

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Una semana después.

Llaves de cristal.

Elena.

Extiendo la mano y tomo celular esperando tener alguna llamada de parte de los gemelos.

Ninguna.

No llamaron en toda la semana y tampoco respondieron mis llamadas.

Aprecio la tranquilidad y el espacio personal, pero este es definitivamente el día más aburrido de mi vida, desde que conocí a los gemelos las cosas aquí definitivamente cambiaron para mi, y no tener a mis mejores amigos aqui conmigo es incluso estresante.

Decido enfocarme en otra cosa y giro sobre las ruedas de la silla para enfocarme en el gran reloj que se encuentra sobre mi cabeza, debo admitir que al principio su tamaño (y estoy segura que tambien peso) descomunal me asustaban, tenía miedo de que se desprendiera de la pared y me aplastara por completo, seria la peor forma de morir.

Un escalofrío me recorre pensando en eso y después me río reprendiendome por pensar en algo así.

Me levanto de la silla y arrastro mis pies hacia el carrito lleno de libros en una esquina, estoy tentada a irme, no hay nadie por aquí aparte de mi, pero mi horario aún no a terminado y no quiero saber lo que harían si supieran que me fui antes de tiempo.

Tomo las asas del carrito y comienzo a arrastrarlo frente a mi como si estuviera en un supermercado, recojo libros a mi paso y me dirijo a los pasillos más reconditos de la biblioteca, las luces en esta sector son más tenues, y los libros más antiguos, es como el punto nemo de la biblioteca, no aparece en el radar de los niños ricos de por aquí, solo en el mío. Los libros son viejos y contemplando el echo de que la medicina avanza cada día más estoy podrían llegar a ser obsoletos, y algunos lo son.

Pero otros son simplemente obras maestras, escritas a mano por doctores que practicaba técnicas que son poco ortodoxas en la actualidad, incluso algunas llegan a ser tan explícitas que parecen sacadas de una película de terror o de un libro de Steven King. Pero el detalle y la pasión con la que son escritos hace que leer ese montón de garabatos sea más que satisfactorio.

Entro a mi sección favorita y dejo el carrito de lado para subirme a las escaleras y luego deslizarme por las estanterías, disfruto de la sensación y me rio sabiendo que no han nadie que pueda escucharme.

Tomo un libro con la cubierta de cuero manchada y la hojas amarillas, me pregunto de donde sacaran todos estos libros, me pregunto si me dejarían llevarme uno.

—¿Qué haces ahí arriba?—Me sobresalto aferrandome a la escalera dejando caer el libro, por suerte este no se desbarata al chocar contra el suelo.

—Me asustaste.—Le digo bajando las escaleras, él se apoya contra la estantería ladeando la cabeza.

—Ya deberías haberte ido.—Señala, ignorando mi comentario.

—Y tú no deberías estar aqui.—Digo deteniéndome, me faltan tan solo dos escalones, pero ahora puedo verlo bien, frente a frente.

Esta es la primera vez que lo veo después de...eso.

Cómo dije, los chismes vuelvan en este lugar, así que gracias a las personas que no pueden mantener la boca cerrada me enteré que tenía un importante transplante de corazón y es por eso que no asistió a nuestra clase del martes.

La cirugía torácica no es algo a lo que yo realmente me inclinaría, pero me hubiera encantado estar ahí.

—Volvía del hospital y me percate que la biblioteca aún esta abierta, cuando ya debería estar cerrada.—Sus ojos azules  no abandonan los míos.

CAUTIVADORAWhere stories live. Discover now