LOS PRÍNCIPES DEL MAR DEL ESTE

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Para cuando Ao Bing cayó dormido la noche ya estaba por acabarce; se pasó la mayor parte de la noche y madrugada pensando en Yunxiang y lo ocurrido en el terreno abandonado, necesitaba hablar con su padre antes de que hiciera alguna locura.
Su padre era capaz de muchas cosas cuando se enojaba.
Y matar era una de esas cosas.

Desperto por las caricias en su nariz; no quería abrir los ojos pero las caricias eran insistentes. Al abrirlos observó a un gatito bicolor jugando con su nariz. El rubio sonrió al ver a la bola de pelos.

-Shui... Me había olvidado de ti. Lo siento -se removió en la cama y sacó un brazo de debajo de la manta blanca para atrapar al gatito que no dejaba en paz su nariz.

El animalito maullo en cuanto su dueño lo acomodo sobre su almohada.
Ao Bing había olvidado por completo que su gato estaba en la casa. Los acontecimientos de ayer no le dajron espacio para pensar en otra cosa; probablemente el animalito tendría hambre.

-Perdóname, ayer fue una noche complicada -acarició sus orejas y el mínino ronroneo por los mimos. El muchacho no quería despegarce de la cama, pero debía de alimentar al animalito-. Ya te voy a da algo de comer... Dame 5 minutos.

Nada más levantarce, los huesos de su espalda comenzaron a crujir; se acomodo la bata blanca que traía encima y bozteso con cansancio.
Se dirigió al baño de la habitación y después de unos minutos dentro salió con la cara lavada y los dientes cepillados.

Por la luz que se filtraba por las ventanas era claro que era bastante tarde, Ao Bing no sabría exactamente qué hora sería pero estaba seguro que casi era medio día.

El rubio se levantó la manga de la bata y volvió a observar la herida en su brazo derecho. Aún podía ver sus escamas sobresaliendo; la piel alrededor aun estaba rojiza. En sí, toda la herida tenía exactamente el mismo aspecto que ayer, pero al menos ya no dolía al tacto, inperceptiblemente sintió alivio por ello, pero enseguida se reprendió por ello.

«Eso no debería de alegrarme... Esta claro que no se curará nunca»

Dejó de lado ese pensamiento y cargo a Shui en brazos; la bloita de pelos enseguida se acolcho en sus brazos y escondió su cabecita bicolor en el hueco de su brazo.
El rubio dibujo una pequeña sonrisa por las acciones del minino.
Con calma camino hasta la puerta de la habitación y salió en dirección a la planta de la cocina. En su camino se le hizo un poco raro no topar e con ningún empleado; suponía que por la hora aún habria algún trabajador por ahí, era inusual que los pisos estuvieran tan tranquilos.

Llegó a la cocina y se encontró con una de las chicas de ayer; con un movimiento de cabeza la saludo, la chica de electrizante cabello azul hizo lo mismo pero, en cuanto vio que el rubio venía con el gato en brazos, hizo ademán de ir por la comida del minino, Ao Bing enseguida la detuvo:

-No te preocupes Nu yong, yo puedo hacerlo -el rubio soltó delicadamente el brazo de la joven y ella se quedó en su sitio.

Asintió con la cabeza y siguió con su tarea de preparar el servicio de té que segundos antes hacía.

El rubio deshizo su agarre sobre Shui y con el brazo izquierdo comenzó a abrir la alacena para sacar una de las tantas bolsas de comida que había guardadas en el último nivel de la despensa.

—Joven Príncipe.

Los ojos de Ao Bing se abrieron con sorpresa y no era para menos. Las chicas que hacían las labores domésticas en el hogar de su padre eran, básicamente criaturas del mar —casi todas, hermosos peces y algunas medusas— y no era como si no tubieran la capacidad de hablar, era que simplemente no lo hacían. Se mantenían en silencio todo el tiempo; sus respuestas se limitaban a asentir o negar con la cabeza.
El rubio dejó lo que hacía y puso toda su atención en la bella mujer de piel de tonos azulados.
Ahora el mudo era el.

NEZHA: EL RENACER DE UN DIOS [Oubing] Where stories live. Discover now