La vieja casa de Flores

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Este primer capítulo trata sobre una familia integrada por cinco personas, Alicia la madre, Natalia la hija menor, Carolina la del medio, Jimena la mayor y Daniel el padre, quien es el heredero de una vieja casa ubicada en el barrio Flores gracias al testamento que dejó su tío Don Rafael. Ellos viajaron desde Tierra del Fuego a Buenos Aires para habitar aquel hogar y hacerlo propio.

    Daniel no estaba muy convencido por la mudanza, porque era un cambio muy grande para sus dos hijas menores. Jimena, la hija mayor, ya vivía en Buenos Aires gracias a sus estudios, por lo que no se le complicaba nada.

    Esperando el flete, Alicia se dispuso a preparar la comida. Para ella, como arquitecta, la casa vieja recién heredada significaba un desafío: era apasionante desentrañar los secretos de una construcción de cien años, sólida y señorial pero decaída, y transformarla en la vivienda que quería para su familia.  Su hija menor Natalia, hacía notar el disgusto que tenía ante la mudanza mientras ponía la mesa, tal y cual lo había supuesto su padre. Para ella era complicado el tema de cambiar de colegio, hacer nuevos amigos y sobre todo, la angustia que le causaba el saber que sus padres se irían de viaje de negocios unos meses, dejando así sola a ella y a sus hermanas en la inmensa casa.

     La familia tenía una perra siberiana llamada Cristal que estaba rara desde la mudanza, no comía ni se quería mover de su lugar, eso preocupo a Natalia, la cual intentaba animarla para que la acompañara afuera mientras ayudaba a Jimena a bajar unas cosas que recientemente había traído el flete. Cuando terminaron de ordenar unas cosas ya se podía notar el atardecer, que sin darse cuenta Jimena pudo admirar en el pequeño movimiento de las cortinas, pero no solo observo' eso, sino que también pudo alcanzar a ver a dos personas mayores, un hombre y una mujer, que la miraban. Jimena se detuvo a ver, las cortinas volvieron a correrse y las siluetas desaparecieron.

     En la cena, la familia brindó por la nueva casa y por la nueva vida que los esperaba, en la charla apareció la pareja que vio, la cual a todos les parecieron raros. Carolina admitió que, al igual que los vecinos a ellos, ella también los había espiado, según ella la pareja le daba inspiración para crear cuentos. Pero algo en su interior le decía que quien le daría un montón de historias seria la casa de Flores.

     Al terminar de comer, Natalia, caminó a su habitación pero antes pasó por la cocina y en un rincón vio que Cristal había comido pate de su comida, lo cual la dejó con menos preocupación. Alicia pidió ayuda para levantar la mesa y Jimena como no podía porque tenía que acomodar algunas cosas, sugirió a Carolina que justo estaba de pasada, ella sin protestar aceptó la decisión de su hermana.  Mientras recogía los platos, de pronto, algo la obligó a darse vuelta. Un leve crujido la distrajo pero la voz de su madre la hizo volver a lo que estaba haciendo. Se apegó a la idea de que el ruido provenía de Cristal mientras terminaba sus quehaceres. Luego de tropezarse por el marco de la puerta, huyó al escritorio que daba a la calle y que sería, de ahora en adelante, su cuarto y su refugio.

     Antes de desvestirse para dormir, Carolina echó un vistazo por el escritorio y descubrió, en un rincón, un mueble pequeño que hacía  juego con el resto: un secretaire con tapa cerrada, la cual intentó abrirla pero era imposible, necesitaba una llave pero esa se dispondría a buscarla en otro momento.

     Cuando Carolina se acercó a la lámpara, volvió a escuchar leves ruidos pero lejos de asustarse, empezó a crear historias en su mente. No le parecía raro estar viviendo estas cosas ya que antes las había vivido. Pero esta vez era diferente... creía que estas historias no las estaba inventando, sino que aquellas venían a ella como recuerdos, como circunstancias realmente vividas.

     El lunes por la mañana temprano, Alicia y sus dos hijas menores bajaron de un taxi en la puerta del viejo edificio del Mariano Acosta. Allí Alicia habló con el rector sobre la recomendación que recibió de parte de su hermana Dorita sobre las niñas. El ingreso a aquellas instalaciones no era fácil de conseguir y mucho menos a unos días antes del comienzo de clases, pero gracias a aquella recomendación y a que Dorita trabajó por muchos años en el lugar, el rector no se lo pudo negar. La madre aliviada por el buen trato y los buenos aires, salió de aquel lugar con la tranquilidad y certeza de que allí sus hijas sufrirían menos.

     La semana de clases fue tranquila para las chicas, pero llegando el viernes se sentía todo más triste para aquellas tres hermanas, ya que en corredor se observaban las valijas de sus padres.

     Las chicas iban a estar solas por poco tiempo pero de igual manera Alicia y Daniel las iban a extrañar. Puntual, a las 5, el remise ya estaba fuera esperando para llevar a la familia al aeropuerto.

Heredera de un secretoWhere stories live. Discover now