Insomnio y conjeturas

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En este capítulo, Carolina había llevado el brazalete a la vista de sus hermanas, la colocó encima de un repasador floreado en el medio de la mesa. Como seguía con tierra Caro propuso lavarla. Todas quedaron maravilladas con la belleza de la alhaja una vez ya limpia. Era un placer de ver aquel brazalete que irradiaba luces y resplandecía como si poseyera intermitencias.

          Era obvio que el brazalete no les contaría la historia de la tía Hache pero si les daba la certeza de que no se lo había entregado a Julián, y que, gracias a sus poderosas deudas de juego es casi seguro que lo mataron por no poder pagarlas.

          La noche se acortaba y las hermanas seguían deliberando sobre lo que pudo haber pasado con la tía Hache y Julián. Carolina estaba segura de que había tirado el brazalete desde su habitación hasta cerca de la fuente. Sabía que ella no entregaría una reliquia familiar tan valiosa por más de que ella lo quería con locura y que cuando se enteró de que él había muerto, en su tristeza lo arrojó lejos.

          Como Carolina encontró el brazalete de la tía Hache, uniendo los puntos de que la señora del vitral era su tía y que la misma la ayudaba a intentar resolver el misterio. Se sentía como la heredera de aquella alhaja, sentía la obligación de cuidarla y también la sensación de que ahora que lo encontraron el alma de su tía podía descansar en paz.

          Siguiendo con las conclusiones, Carolina aportó que, dolorida por haberle negado el brazalete a Julián, la tía Hache quiso desprenderse de él tirándolo por el balcón. Seguramente lo habría considerado la causa del asesinato. Así, el deshacerse de él le daba cierto consuelo ante esa muerte, de la cual se sentía responsable.

          Carolina se puso el brazalete y continuó relatando la historia de la tía Hache que era como si la misma alhaja se la estuviera contando. La tía Hache, a partir de esa muerte había entrado en un terrible estado de melancolía del que solo se defendió con la propia muerte quiza al año o un año después. Lo que era cierto, era que aquella mujer había muerto de amor.

          Cansadas por pasar la noche en vela, Natalia yacía dormida en la mesa, Jimena bostezaba y Carolina aún estaba metida en la historia. La mayor estaba tan aliviada de que al fin había llegado el día en que sus padres volvían a casa y quizá su vuelta pondría en orden las cosas en la casa.

Heredera de un secretoWhere stories live. Discover now