•Cuarenta y seis•

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Siguiendo cuidadosamente cada una de las marcas, lograron avanzar lo suficiente como para que, a pesar de haberse dado cuenta que aquel interminable camino parecía no llegar a ningún lado, ya no valía la pena dar marcha atrás. De todas formas no estaban dispuestos a admitir que tal vez había sido un error seguir marcas anónimas en un sendero de mala muerte.

El profesor, quien se caracterizaba por ser positivo y siempre ver el lado bueno de las cosas, iba echando tumbos y pateando todo lo que se le aparecía en el camino. Había caído al lodo y aparte de estar congelándose, olía terriblemente mal, al punto que tanto NamJoon como TaeHyung, habían decidido sabiamente tomar una prudente distancia.

A medida que fueron avanzando, se vieron con la necesidad de tomar descansos cada vez más constantes, pues TaeHyung se encontraba en su punto límite. Estaba agotado y sentía cómo todo su cuerpo le temblaba. Algo que atribuía al estrés, el cansancio y la comida enlatada que había ingerido.

—Detengámonos de nuevo —advirtió NamJoon elevando el tono de voz para que Jin, quien iba varios pasos adelante, lo escuchase—, TaeHyung se está descompensando otra vez.

—No, adelántense —contradijo TaeHyung— yo los seguiré en seguida, no quiero demorarlos más. —Este se sentó sobre la densa vegetación enraizada y se sujetó el estómago con ambas manos. Tenía ganas de vomitar pero se estaba conteniendo, no quería demostrarle a sus mayores qué tan mal se encontraba.

—Aún falta para que oscurezca, tenemos tiempo, tomémonos las cosas con calma —insistía su tío mientras buscaba un buen lugar para refugiarse.

SeokJin se apresuró en quitarse el pesado bolso que cargaba en su espalda y tomó una de las botellas de agua. Tan solo le quedaban dos, ¿qué harían si el camino continuaba de la misma manera? ¿Dónde sacaría agua? Aquellos interminables charcos lodosos no parecían ser potables en lo absoluto. 

—Ten, bebe un poco —ofreció a su abatido alumno quien se movía de un lado a otro como si con ello pudiese sentir algún alivio del dolor.

TaeHyung tomó la botella y la sujetó con fuerza entre sus manos, mas no la bebió. Él sentía como si se estuviese prendiendo fuego y la botella fría le producía una leve sensación de alivio, así que la colocó sobre su afiebrado cuello y luego sobre su vientre.

—Debimos traer medicamentos, jamás pensé que alguno de nosotros se enfermaría —admitió NamJoon mientras observaba el sudor frío recorrer la frente de su sobrino.

—Pronto estará mejor, debe ser el estrés y el cansancio. —Tras acercarse a su alumno, prosiguió—, ¿por qué no intentas dormir un poco? Cuando hayas despertado, te encontrarás mucho mejor.

TaeHyung asintió y con torpes movimientos, se dejó caer sobre la hierba musgosa. Rogaba que las palabras de SeokJin fuesen ciertas, necesitaba estar bien para continuar. Estaba harto de la situación, si las cosas no iban a mejorar, prefería ya no despertar y sucumbir de una vez, pues ya no quería ser una carga para nadie. 

El cielo se convirtió poco a poco en un manto negro y los fue abrazando con sus sombras al punto de que todo quedó en suma oscuridad. NamJoon había traído consigo una barra luminosa y la encendió, colocándola de una forma que le permitiese ver a su sobrino. 

Tras observar detenidamente al muchacho, tanto NamJoon como SeokJin, se miraron el uno al otro manifestando una notoria preocupación, pues, este se encontraba hirviendo de fiebre y tenía el estómago hinchado.

—Estoy casi seguro de que se trata de su apéndice, ¿qué podríamos hacer aquí en el medio del bosque? —susurró SeokJin mientras pensaba en las posibilidades.

El último Omega || YoonminWhere stories live. Discover now