•Øchenta•

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Casi al anochecer, el dron finalmente se detuvo. Ya habían cruzado la entrada al sector diez hacía más de media hora, caminar entre ruinas, chatarra y minas activas, no había sido sencillo. A pesar de todo, se sentían afortunados, el comandante Kim Jiho había llevado consigo un detector de minas y este no había sonado siquiera una vez.

—¿Ustedes ven alguna entrada? —preguntó uno de los Alfas allí presentes.

—Ese es el punto —murmuró Jiho—, se supone que no se debería ver, tiene que ser indetectable para los enemigos.

Todo estaba tan calmado, aquel sector era tenebroso y a la vez imponente. Varios Alfas observaban con gran asombro a su alrededor, muchos de ellos jamás habían estado ni cerca de allí. Se sentían insignificantes ante los vestigios de lo que alguna vez había sido el hogar de los Alfas más poderosos de Nueva Corea.  

Soobin, quien ya había estado en el sector diez, sentía un nudo en su estómago. A sus pies, había un objeto que parecía ser el juguete de un niño, aquel lugar estaba detenido en el tiempo, cada rincón contaba una historia, y ninguna de ellas era agradable. No le gustaba estar allí, olía a muerte, a guerras y a destrucción. ¿Era eso lo que les esperaba a todos?

—Tengo un mal presentimiento —dijo uno de los rebeldes del grupo—, los Sanguinem siempre han custodiado este sector, es imposible que ahora no nos estén acechando.

Tras escuchar esas palabras, YeonJun puso los ojos en blanco. Era el único que sabía el porqué no había ningún Sanguinem en aquella zona. La Elite 16 se había salido de control en el sector trece y la atención estaba puesta allí, todo era un desastre, Soobin había causado un impacto muy grande, más del que siquiera imaginaba, por primera vez había logrado quitarle una parte de la careta al gobierno y muchos se estaban rebelando.

Sí, los cazadores no iban a perder tiempo en un pequeño puñado de fugitivos ocultos en el sector prohibido, aunque, por supuesto que no imaginaban que en dicho sector estaba la base militar más grande que hubiese existido antes, y que esperando bajo tierra, los rebeldes se iban haciendo más fuertes.

De pronto, una humareda de polvo se levantó haciendo que tuviesen que cerrar sus ojos con fuerza. Al abrirlos, vieron frente a ellos una enorme puerta de concreto abierta de par en par entre lo que parecía ser una montaña de basura. La entrada del refugio había estado frente a sus narices todo el tiempo, pero estaba muy bien camuflada.

Varios asomaron sus cabezas hacia el pasillo oscuro que apareció frente a sus ojos, pero no lograron ver a nadie esperándolos allí. Instintivamente fueron siguiendo el camino, adentrándose cada vez más mientras las sombras los consumía.

Las paredes a su alrededor eran estrechas, iban tanteando con las palmas de sus manos mientras seguían adelante. Finalmente, el pasillo culminó en una escalera ancha la cual fue guiándolos hacia un subsuelo aún mucho más oscuro. Sus zapatos hacían crujir las baldosas y estas hacían eco, y ese, era el único sonido que podían escuchar.

  Todos bajaban sigilosamente, estaban expectantes a lo que podrían encontrarse allí abajo, sin embargo, lo único que vieron fue otra puerta, esta era aún más grande que la del exterior, de dos hojas, parecía estar blindada. 

—Vaya, no pensé que fuesen tantos —dijo una voz desconocida en la oscuridad—, habrá poco oxígeno.

Todos voltearon a su alrededor para captar de dónde venía esa voz, pero no vieron nada, tardaron en darse cuenta que provenía de una cámara de seguridad situada justo en el medio de la enorme puerta, la cual, comenzó a abrirse muy lentamente, era tan pesada que tardó varios segundos en estar abierta por completo.

Todos contuvieron la respiración durante esos segundos que se hicieron eternos, estaban ansiosos de poder ver finalmente el único refugio que seguía en pie, muy posiblemente sería el último que verían jamás. 

El último Omega || YoonminWhere stories live. Discover now