•Seis•

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Haneul se congeló tras ver al Sanguinem acercándose directamente hacia donde el pequeño se encontraba. Primero porque le resultaría sospechoso que un bebé estuviese en el suelo del coche, y segundo porque al estar tan cerca, notaría que Jimin no era Alfa.

¿Cuánto tiempo tardaría en enterarse que una enfermera se había robado a un bebé Omega de un laboratorio? El Sanguinem la recordaría y al primer lugar al que irían a buscarla, sería al sector diez.

Haneul sabía que era peligroso y por nada del mundo debía permitir que ese Alfa se acercara a Jimin, pero ¿qué podría hacer al respecto? Se sentía impotente.

Todo estaba saliendo tan bien, por poco creyó que lo lograría, que podría escapar, que podría darle a ese pequeño una vida feliz, pero aquella anhelada felicidad se le estaba cayendo de las manos. 

El Alfa observó a Haneul con el ceño fruncido, no comprendía por qué ella estaba tan nerviosa, podía ver cómo las manos le temblaban.

—¿Puedes mostrarme tu tarjeta celeste? La del bebé también —ordenó.

Bien, al menos no se había asomado a verlo, simplemente dio por sentado que había un bebé en el asiento trasero del automóvil. Pero ahora estaba en una situación peor, ¿cómo le diría que el pequeño no tenía tarjeta celeste? Ningún Alfa en su sano juicio se olvidaría un documento tan importante. Un ciudadano sin tarjeta celeste quedaba a merced de los Sanguinem, en caso de tratarse de un pequeño, quedaba en evidencia que era huérfano o mucho peor, que había sido robado.

La enfermera contuvo el aire.  

—Enseguida le muestro. —Haneul tomó su tarjeta y se quedó pensando en las posibilidades. Había estado tan cerca. No, no podía permitir que se llevaran a Jimin, tenía que hacer algo.

Se estiró hacia un costado del asiento con movimientos demasiado lentos, tanto, que hizo al Sanguinem perder la paciencia. La ventanilla estaba baja así que este se acercó aún más, prácticamente metiendo su cabeza dentro del automóvil.

Haneul se asustó, ese miedo que sintió fue el pequeño empujón que le dio el valor de enseñar la pistola que había tomado de entre sus pertenencias.

El Sanguinem dio un paso hacia atrás e intentó tomar algo de su chaqueta, pero Haneul no le dio tiempo. Sin pensarlo jaló el gatillo y en ese instante, el cuerpo del Alfa cayó en seco hacia atrás.

El sonido del arma retumbó en aquel páramo desolado, haciendo asustar al bebé, quien comenzó a llorar más fuerte.

Haneul dejó la pistola a un costado del asiento del acompañante y recostó su cabeza contra el volante del automóvil. No podía creer lo que había hecho, acababa de matar a alguien, y por más que se lo repetía constantemente en su cabeza, aún no lograba asimilarlo.

¿Cómo había pasado de ser una ciudadana respetable a una asesina? Con sus manos temblando, abrió la puerta del automóvil y procurando no mirar el cuerpo tendido en el suelo, salió.

Inhaló una gran bocanada de aire y exhalo con lentitud, luego tomó el cuerpo por los pies y lo arrastró hacia donde la motocicleta se encontraba.

Haneul comenzó a llorar y aunque ello hizo que su fuerza flaqueara, no podía detenerse. Tenía que ocultar las evidencias, ya era tarde para dar marcha atrás porque ningún arrepentimiento iba a devolverle la vida a ese Alfa.

Una vez que dejó el cuerpo a un lado de la motocicleta, le dio una patada al tanque que contenía el hidrógeno y tras sacar de sus bolsillos un chispero, caminó varios pasos hacia atrás y lo lanzó encendido, esto hizo que se generase una explosión, consumiendo todo a su paso.

El último Omega || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora