•Setenta y cincø•

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Los Sanguinem que se encontraban en el sector diez, finalmente despejaron la zona; uno a uno se fue marchando mientras eran observados atentamente por los rebeldes a través de las cámaras de seguridad. Algunos, sobre todo los más jóvenes, festejaron, pero el hecho de que se marchasen, estaba lejos de ser una victoria, pues, no significaba que los Sanguinem se habían rendido, jamás se rendían, al menos no hasta ver la sangre de sus enemigos esparcida por los suelos. Sin duda, iban a volver, o peor aún, estarían al acecho, escondidos a la espera de que alguno cayese en su trampa.

Seewon se lamentó. Sabía muy bien que el ya no tenerlos vigilados, era una clara desventaja, podrían estar en cualquier lado.

Suna, continuaba analizando algoritmos informáticos que le permitiesen comunicarse de una forma secreta y segura con los rebeldes que habían quedado esparcidos en los diferentes sectores. Sus dedos escribían secuencias de números con destreza, y así como los escribía, los borraba y comenzaba de nuevo.

—¡Aish! —Se quejó mientras se masajeaba la sien con la yema de sus dedos. Casi no podía concentrarse entre tanto bullicio, había Alfas a su alrededor caminando con prisa de un lado a otro, apilando cajas de armamentos, discutiendo sus planes de batalla o entrenando su puntería con supresores de armas de fuego. Como si ello fuese poco, cada tanto aparecía un cachorrito corriendo peligrosamente por los alrededores.

Haneul, quien no les quitaba la vista de encima, siempre estaba atenta a que ninguno ocasionase un desastre, pero no era fácil entre tantos artefactos explosivos.

—Deberían volver a tomar Lupux, tenemos suficientes dosis —dijo Seewon mientras intentaba sostener a un lobito escurridizo.

—De ninguna manera —contestó Haneul sin siquiera pensarlo un segundo—, no tenemos registros de los efectos colaterales que la ingesta de Lupux pueda llegar a causarles luego de haber hecho una conexión con sus lobos.

—Solo mandaríamos a esos lobitos a dormir. Si lo piensas bien, a todos nos inyectaron Lupux desde que estábamos en un útero artificial, ello no nos ha matado. 

Lo que tanto preocupaba a Haneul, era que una vez que se lograba una conexión con el animal, el ya no sentirlo, podía generar cierto desapego, tal vez lo suficientemente fuerte como para caer en depresión o incluso enfermarse, ya de por sí, ese estado de adormecimiento e inactividad al que se sometía a un animal, no era bueno, estos no estaban completamente dormidos sino vagamente conscientes, se les quitaban los recursos para comunicarse o transmitir emociones. Sí, los efectos de ese letargo podían ser dañinos para aquellos que ya habían generado un lazo, sobre todo, si se trataba de niños pequeños.

—Haneul… —Insistió Seewon tras verla pensativa—, los Alfas del pasado tenían una conexión estrecha con sus lobos y el comenzar a beber Lupux no los mató.

—Nosotros no somos ni la mitad de lo que esos Alfas fueron. Somos débiles, nuestros lobos también lo son. ¿Sabes de alguien que haya dejado la ingesta de Lupux y haya vuelto a ingerirlo sin efectos secundarios? No pondré en peligro a los niños. Solo si fuese de vida o muerte, y en todo caso, sería yo la primera en hacerlo.

—El problema no eres-

—Así es como debería ser —interrumpió—, ¿no buscas un cambio? Aquí lo tienes, ve acostumbrándote. Esto es lo normal, es lo que somos en realidad. Tal vez algún día en el mundo, haya cientos de cachorritos Alfas y Omegas correteando con total libertad.  

—Pero no encerrados bajo tierra entre explosivos a la espera de una guerra.

—Las circunstancias nunca serán perfectas. Sabes que he estado escondida con un bebé Omega padeciendo entre ruinas y miserias, aún así, encontramos la manera de ser felices. No permitas que esta posible guerra te consuma, hay que seguir adelante. Tan solo… —Haneul tomó a Seewon del hombro y lo hizo girar hacia donde estaban los cachorros—, míralos, ¿no te llenan de esperanza? 

El último Omega || YoonminWhere stories live. Discover now