5 -La esperanza es lo último que se pierde-

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#2

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"Mientras haya vida, habrá esperanza"
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Azuki llegó a casa tras un largo y ajetreado día de trabajo. Con cara larga y cuerpo abatido, se dejó caer en el sofá liberando un largo suspiro. Su madre al oírla llegar quiso ir a recibirla.

—Buenas noches hija. ¿Cómo te fue hoy en el trabajo? —acomodándose el albornoz, se quedó a unos metros, de pie, frente a su hija.

Azuki puso los ojos en blanco.

—¿A ti qué te importa? —expresó de manera tosca.

Azuki quería tanto a su padre que nunca se separaba de él ni un segundo. Estaban muy unidos, le admiraba. Siempre fue una buena niña. Mas desde que el padre les abandonó, cuando ella tenía siete años, el comportamiento de ella cambió de manera abrupta. Desconocía el verdadero motivo de la separación de sus padres. Culpaba a su madre por la ruptura y para hacérselo saber la trataba mal. La ignoraba, le gritaba y le respondía de mala manera, sin imaginarse el tremendo error que cometía.

Muy a pesar de todo, Anne sabía que en el fondo Azuki era una buena niña. Consciente de lo mucho que significaba Yoshida para su hija, Anne optó por omitirle la verdad. Tal vez fuera un error, pero estaba dispuesta a cargar con ese peso antes que decirle la verdad sobre su padre.

Azuki poseía una belleza sin igual. El secreto de tan grande hermosura se lo debía a la genética de sus padres, Anne y Yoshida. Yoshida Akimichi, un maestro alfarero japonés, había emigrado a África por amor al conocer a Anne durante la octogésimo cuarta conferencia mundial de alfarería celebrada en Okinawa, Japón.

Aunque el mal trato por parte de su hija era habitual, Anne sabía que en el fondo Azuki no era mala persona.

—Bueno — Le dolía la situación y a veces le entraban ganas de gritarle la verdad pero, no podía. No quería hacerle sufrir más...O eso creía—. Tienes la comida en la mesa, caliéntala y come algo antes de irte a la cama. ¿Sí?

—Ya no tengo hambre —replicó con desprecio—. No me apetece tu asquerosa comida —sentenció.

Anne se quedó callada un instante. Esas palabras herían su corazón como afilados sables atravesando la carne.

—Está bien, hija. Que descanses. Mamá te quiere.

Azuki se dirigió a su cuarto a cambiarse de ropa. Sacó el móvil e hizo un intento más por contactar con Olivia. Cuando empezó a sonar, en su rostro se dibujó una sonrisa que al instante se esfumó cuan espuma al sol en el momento en que una voz extraña contestó el movil de su amiga y le dijo que ésta estaba debatiéndose entre la vida y la muerte tras haber sufrido un terrible accidente.

No se lo podía creer, debía tratarse de una broma de mal gusto, pensó. Apartó el teléfono del oído y miró la pantalla, esperando haberse equivocado —Liv BFF—. El terror se apoderó de ella, paralizándola, se cubrió la boca con la mano.

—Por favor, señora, dígame en qué hospital están.

Cogió una camiseta y un suéter, corrió hasta su madre a despedirse una vez la señora al otro lado del teléfono le dio la dirección.

—Voy a salir. No me esperes despierta —habló apresurada.

—Pero, ¿a dónde vas tan tarde, hija? —con el ceño arrugado, preguntó—. Acabas de llegar —Azuki terminó de ponerse el suéter y agarró el pomo para abrir la puerta.

—Mamá, ahora no tengo tiempo para tus dramas. Al parecer Olivia ha tenido un accidente y está muy grave. Me voy al hospital a verla.

—¡Dios mío! —se sujetó el rostro con ambas manos, abriendo los ojos como quien hubiera visto un fantasma—. ¿Qué sucedió?

STRANGE FEELINGS [En curso y en corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora