Capítulo 12

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Una vez que ingresaron en la habitación, Travis volvió a arrojarse de espaldas sobre el lecho. En cambio, Regan tomó el itinerario olvidado sobre el edredón y releyó las primeras líneas después del punto «almuerzo».

—Debemos probarnos el vestuario dentro de dos horas. Luego, nos toca pasar por la casa de catering y terminar de definir...

—Espera, cariño. Siéntate aquí a mi lado —comentó él al dar un par de palmadas sobre el colchón junto a su cadera.

Regan suspiró con fastidio y se acomodó allí donde le había indicado.

—Tendremos que revisar tus medidas, no serán las correctas...

—Respira. —Le tocó la punta de los dedos que descansaban entre ellos con los de él, una pequeña caricia que la dejó vibrante como a una campanilla—. Vamos a relajarnos por medio minuto. No creo que si le robamos ese tiempo al itinerario suceda algo catastrófico. Apiádate de mí, estoy cansado. Hoy fue un día duro y no porque conociera a tu familia. Cada viernes desayuno con mis amigos, uno de ellos ha tenido un accidente hace unos meses. Está bastante mal, no físicamente, por suerte. Ya ha salido del estado crítico, pero su mente aún no está del todo bien. Ya no es el mismo.

Se asombraba de la capacidad que tenía Travis de brindarle información que no le era requerida de una forma tan natural, como si conversar sobre estos temas tan profundos no le fuera difícil o, al menos, no con ella. No obstante, no conseguía compartir sus vivencias, las tenía encerradas en una cajita en su interior, rodeadas de cadenas con candados.

—Oh... comprendo. Sé a lo que te refieres.

Era su oportunidad, pero ninguna palabra más salió de entre sus labios.

—¿Sí? A veces, creo que yo no lo hago muy bien. No sé cómo ayudarlo, cómo acercarme. Mis otros dos amigos y yo estamos algo preocupados de que el hombre que conocimos ya no regrese.

—Él está ahí dentro, Travis. Solo cambió un poco, deberán adaptarse a este nuevo ser, pero con resabios del anterior. No cambian del todo, solo algunas partes. Quizás se pronuncien otras que ya existían. Si lo aman, estarán allí para él.

Travis se elevó del lecho y se giró de modo que sus rostros quedaron enfrentados.

—¿Cómo es que lo comprendes? —Regan se encogió de hombros y desvió la mirada a la ventana que daba al parque trasero de la casa—. Un enigma constante, ¿cierto?

—¿Qué?

—Tú, eres un pequeño rompecabezas con tantas piezas que creo que serías interminable, cariño. Pero uno que, de igual forma, tendría una obsesión por tratar de unir a pesar de que supiera que mi misión resultaría infructuosa.

—No digas tonterías, tenemos que prepararnos.

Travis gimió como un niño y se dejó caer de espaldas sobre el colchón de nuevo. Se tapó los ojos con un brazo.

—Unos minutos, Reggie.

—No me llames así.

Él se descubrió y frunció el ceño.

—De esa forma lo hizo tu hermano. ¿No sería inusual que tu novio no te llame por tu apodo?

—No, solo él lo hace de esa manera.

Colores ocultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora