Capítulo 19

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Soltó a Macduff nada más pasar la puerta de la habitación. Ya no toleraba las palpitaciones que su cercanía le generaban, ni el ardor que lo recorría al estar al contacto. Para su sorpresa, el hombre ni siquiera se tambaleó y la mirada que le dirigía tampoco parecía turbia ni perdida.

Luke rio por lo bajo y sacudió la cabeza de un lado al otro. Dolía, siempre dolía cuando estaba junto a él.

—No voy a caer en más mentiras. No estás ebrio, ¿cierto?

—Tengo bastante tolerancia al alcohol.

Ni siquiera le dedicó una expresión apenada.

—Hmmm. Ya veo.

Desilusión. ¿A qué? Solo era una simple mentira, pero cuando una se apilaba a otra, lo simple se tornaba una monstruosidad.

Se volteó para marcharse, enfadado y decepcionado de nuevo. ¿Con Macduff? No, consigo mismo. Era él el que no aprendía, el que no cambiaba y caía bajo las mismas ilusiones una y otra vez. Sin embargo, unos brazos lo retuvieron al envolverlo por detrás antes de que pusiera la palma sobre el picaporte.

—Escúchame. No quería perderte de nuevo y dejar pasar la oportunidad de estar solos.

Esa voz grave en su oído lo estremeció de la cabeza a los pies como si un rayo le viajara a lo largo de la columna vertebral.

—Nunca me perdiste, porque jamás me aceptaste.

Luke forcejeó para liberarse, pero la fuerza que lo esclavizaba era demasiada. Macduff lo tumbó contra la pared y se le pegó a la espalda.

—Lo sé, no eludo mi error. —Le pasó la nariz por el cuello y Luke sintió que cada célula de su ser temblaba—. Solo no te vayas aún, habla conmigo.

—No tengo nada qué decirte y no creeré ninguna palabra que salga de ti. —Trató de quitarse el peso que lo retenía, pero fue imposible—. No te comprendo, no entiendo qué ha cambiado desde hace catorce años, no...

—Luke, no somos los mismos, hemos crecido.

Una mano se deslizó por su pecho en una exploración lenta que le encogió los dedos de los pies y el pene le dio un tirón. Gruñó en respuesta y tomó aquella invasora para quitarla, pero fue presionado aún más contra la pared pintada en un tinte azul.

—¿Y no crees que en todos esos años el amor adolescente que sentía por ti podría haberse evaporado? —masculló con frialdad falsa mientras el ardor le crecía por dentro al percibir la erección que se buscaba sitio entre sus glúteos.

Los brazos se le ciñeron al alrededor. El calor lo cubrió por detrás al completo. El aliento en la oreja no apaciguaba la situación sensual en la que se veía inmerso, que echaba aún más gasolina al incendio.

—¿Lo ha hecho? —Macduff tembló y le encerró la parte frontal de la camiseta en los puños—. No sé cómo ha ocurrido, después de tu confesión algo germinó dentro de mí de forma lenta. No solo eso, sino que creció y creció. No lo sentí hasta que te volví a ver, cuatro años después. Me golpeó de lleno como si me hubiera visto envuelto en un huracán Luke.

—La noche que Regan regresó de la comisaría.

La tenía tan grabada en los recuerdos, no solo porque se reencontraba con Macduff después de tanto tiempo, sino porque su amiga se había apagado. Lo había asustado tanto la expresión de Regan en aquel entonces, una que se le había instalado en el alma. Era como si un ser hubiera soplado la llama interior y la oscuridad se hubiera apoderado de ella.

Colores ocultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora