Capítulo 27

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Aparcó el automóvil en el estacionamiento del Hospital Adventista de Glendale, ingresó en la institución y se apresuró hacia la recepción. Se inclinó sobre el mostrador.

—¿Me puede facilitar el número de habitación de Derek Kell, por favor?

—¿Es familiar? —preguntó la empleada administrativa con guardapolvo celeste.

—No, pero...

—No tenemos permitido dar información —lo interrumpió y regresó la mirada al monitor de la computadora.

La irritación le aumentaba a cada minuto y la frustración de una noche que creyó de ensueño y que se había convertido en una pesadilla, lo golpeó de lleno.

—No soy un fan, soy su amigo.

—Lo lamento.

—¡Mierda! —exclamó al voltearse.

Estaba tan nervioso con toda la situación con Regan y sumarle el hecho de que uno de sus mejores amigos intentara quitarse la vida, era demasiado como para manejarlo.

Buscó el móvil en el bolsillo del saco del traje.

Con el apuro y la preocupación por su amigo, ni siquiera se había cambiado, solo metió algunas prendas en el bolso y salió disparado del hogar Carrington.

Pulsó en el visor sobre el nombre de Jack.

—¿En qué cuarto está? —preguntó apenas le atendió la llamada.

418, cuarto piso. Aún no pudimos verlo, estamos en el corredor.

Travis se encaminó hacia los ascensores y presionó el botón. La espera se le hacía interminable. En cuanto se apartaron las placas metálicas, saltó dentro, pero subir cuatro pisos se había transformado en un viaje eterno.

Abrió y cerró las manos en una tonta intención por calmarse, como si eso fuera posible.

Ingresó al corredor con apremio y se encontró con Jack parado junto a un Jarod derrumbado sobre una de las sillas tándem de color azul oscuro. La postura del joven con los codos sobre las rodillas y el rostro enterrado en las manos, lo estrujó por dentro.

—Jarod — lo llamó, pero él no se movió.

Se arrodilló junto al chico y le pasó los brazos alrededor para apretujarlo contra sí.

Las luces tubulares otorgaban un aire frio al ambiente, al igual que las paredes blancas y la soledad del pasillo. Al castaño se lo notaba desahuciado, por lo que trató de transmitirle su cercanía y el calor con su abrazo.

—Tengo tanto odio, Travis —masculló Jarod.

—Shhh, todo estará bien. Derek estará bien.

—¿Cómo pudo? —Alzó el rostro hacia él y Travis contempló la desesperación en aquella mirada marrón—. ¡Intentó dejarnos!

—No está en una condición como para pensar en nosotros —comentó Jack y le revolvió el cabello con aquella actitud paternal que asemejaba a que tuviera veinte años más que ellos y no solo unos pocos—. No es él mismo en este momento.

—Tuvo muchísima suerte de que lo encontraras —afirmó Travis a la par que le presionaba las rodillas con las manos.

—No me contestaba llamadas ni mensajes, así que fui a su casa —Jarod suspiró, se acomodó en el asiento y apoyó la cabeza contra la pared mientras proseguía su relato con voz monocorde—, pero tampoco me abría la puerta. Y todos sabemos que, desde el alta, se ha convertido en un ermitaño. Así que usé la llave extra que tengo...

Colores ocultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora