Capítulo 21

2.9K 271 19
                                    

    —¡Despierten! —gruñó una voz que a ella le llegaba entre sueños. ¿Quién gritaba? Regan anhelaba permanecer en aquel nido abrigado en el que dormía. Se acurrucó aún más, pero las sacudidas y los gritos proseguían. Abrió los ojos, se incorporó de golpe con un fuerte dolor en las sienes y escasos recuerdos de la causa de encontrarse semidesnuda en los brazos de Travis. Al girar el rostro se topó con la mirada furibunda de Macduff fija en ellos. —¡Ya levántense, maldita sea!

—¿Qué...?

—¿Sabes la hora que es? —rezongó su hermano—. Mamá nos espera abajo.

Los engranajes tardaron en arrancar el funcionamiento como si estuvieran atascados, de pronto, humo comenzó a salir de estos debido al esfuerzo por ponerse en marcha. Ella saltó de la cama apenas comprendió qué hora debía ser.

—¿Qué ocurre? —masculló Travis—. ¿Se incendia el departamento?

Macduff frunció el ceño a Travis, quien abrazó una almohada y se volteó hacia el otro lado, mientras ella revolvía su maleta por prendas de vestir para ponerse. ¡Maldición! ¡Estaba en ropa interior! Se cubrió con los brazos frente a Macduff. No obstante, él estaba con la mirada perdida en la habitación, con la mandíbula trabada y los brazos cruzados sobre el pecho en tensión. Un caballo enfurecido, así lo vislumbró ella. ¿Un caballo? ¿Se le había pegado el afán de Travis por los documentales de animales?

—¿Qué departamento? —exclamó Regan, al borde de un ataque de nervios, mientras caminaba de un lado al otro al costado de la cama. La realidad la golpeó de lleno en un santiamén. Había llegado el día de su compromiso y el hormigueo que le reptaba por la piel más el latir del corazón que anunciaba un paro, pero que sabía que no era más que producto de su cabeza, ya habían iniciado. En ese instante, fue ella quien lo sacudió—. ¡Llegamos tarde al desayuno! Y tengo que concurrir a los turnos con la cosmetó...

El rubio gruñó y abrió los ojos.

—No, no arranques con todo ese trajín. —Travis se alzó sobre las rodillas y la envolvió en los brazos—. Buenos días, amor —la saludó con una sonrisa radiante como un sol en pleno verano.

El rostro masculino estaba tan cerca del suyo que percibía el aroma que desprendía, uno que se le antojó hipnótico y calmante, como un arrullo de las olas al romper contra la orilla una y otra vez. El contacto de las manos contra la piel cálida del torso desnudo distó de ser como un ansiolítico, a decir verdad, fue todo lo contrario, la encendió por dentro como un huracán de sensaciones infinitas.

—¿Travis? —susurró contra la clavícula del rubio.

—¿Hmmm?

—¿Qué haces? —preguntó al sentir que él le enterraba la nariz en el cabello, el que aún no habría prendido en el rodete que solía hacerse.

—No me dirás que no recuerdas nada de lo que ocurrió ayer, ¿cierto?

La tensión le recorrió el cuerpo y la convirtió en una estatua instantánea. De nuevo despertaba junto a él y otra vez no recordaba del todo la noche que habían pasado.

—Yo... eh... Sé que tomé mucho, bailé...

Él soltó una pequeña risa contra su oído y las cosquillas le hormiguearon desde el inicio al final de la columna.

—¿Te divertiste? —Travis le deslizó el revés de los dedos contra la mejilla en una caricia suave y tan electrificante como paralizadora.

—¿Qué más hice, Travis? —susurró envuelta en aquella escena salida de una película que pronto pondría la advertencia de no apta para menores en la pantalla.

Colores ocultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora