Acedo

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La conversación que había mantenido con Misha no dejaba de darle vueltas en la cabeza desde hace días, estaba tan distraído que había aceptado reducir el castigo de Yurio sin siquiera darse cuenta. Al final tuvo que regresarle su celular y aumentar las horas de internet diarias para no faltar a su palabra, aunque fue claro para los dos adultos que el adolescente se había aprovechado de lo lejano que lucia Yuuri en el desayuno para hacer su pregunta.

Aun siendo consciente de ello no podía dejar de pensar en las palabras del pequeño y aunque él lo negará con todas sus fuerzas algo dentro de sí había revivido cuando el verdadero significado cayó con peso en su conciencia. Víctor había hablado con sus hijos sobre Yuuri, no como una posibilidad sino como un hecho, les mostro fotos suyas como a Yuuri le mostraba cada nueva adquisición mientras hablaban infinidad de tiempo sobre los cachorros.

Por eso Misha lo había reconocido apenas lo vio, no como Yuuri sino como el omega de papá. Y su corazón saltaba cada que recordaba esa vocecita aguda llamándolo de aquella forma.

El nuevo conocimiento calmo un poco la pesadez que reinaba en su corazón desde que se habían separado, pero al mismo tiempo abrió la puerta a los cuestionamientos que se había obligado a encerrar con llave. Si Víctor hablaba con los niños sobre su futuro juntos ¿entonces por qué se negaba a continuar con sus planes? ¿Por qué no se divorciaba de su esposa de una vez por todas? ¿Por qué la había embarazado de nuevo? ¿Acaso seguía amándola y era por esa razón por la que no quería dejarla? ¿Él solo había sido un ingenuo más que caía en el juego cruel de un alfa casado?

Con las preguntas llegaron también las molestias, un ligero piquete en la parte baja de su abdomen que primero confundió con un malestar estomacal, pero ante aparición de dolor cada que pensaba en el alfa o sus cachorros y su realidad actual se hizo evidente que era su omega reaccionando al abandono, al menos eso fue lo que le dijo Seung cuando lo descubrió agarrándose el vientre en medio del corredor antes de tomarlo en brazos y correr hacía la clínica.

No era el inicio de un aborto como tal, más bien, era su omega que de apoco caía en la cuenta de que había sido abandonado con un cachorro. La amenaza estaba presente y las exigencias en su cuidado tomaron un rigor mayor conforme la molestia persistía, no le quedo de otra más que delegar el resto del trabajo a sus compañeros de oficina y pedir la incapacidad completa que le fue aprobada inmediatamente con la condición de que aun fungiera como consultor en los tratos importantes.

Irónicamente eso sólo le dejaba más tiempo para pensar, pensaba mientras le llegaban las ganas de levantarse de la cama, cuando se acurrucaba a descansar en el sofá después del desayuno, mientras se paseaba por la casa regando las plantas o cortaba la hierbas malas del jardín, en los largos baños que tomaba e incluso durante el ligero insomnio que empezó a desarrollar, pensaba y se preguntaba siempre las mismas cosas y los mismos recuerdos, entonces lo invadían nuevamente las ganas de llorar cosa que no ayudaba en nada a su malestar porque Yuuri podía sentir que esta angustia y este dolor eran diferentes a los que experimento a principio del embarazo. Partía de algo muy adentro de sí, un dolor que parecía estar adherido tanto a su alma como a su cuerpo, lo entumecía, lo acalambraba y lo llenaba de ansiedad.

Cuando el primer manchón rojo aparece en su ropa interior es llevado a urgencias, el miedo corroyendo sus sistemas durante el trayecto y la duración de los exámenes pertinentes. Entonces el ultrasonido de emergencia muestra al feto en buen estado, el latido del corazón inundando sus sentidos y Yuuri siente que se enamora nuevamente, el dolor en el vientre se atenúa, el omega se repliega dejando únicamente la sombra amenazante de su despertar. Al final las gotas fue solo una falsa alarma, solo un cambio hormonal provocado por la ingesta de las pastillas, pero la amenaza permanece latente.

Ultimátum OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora