6. Academia T.F.

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No se lo merecía. Aquella forma de verlo, aquel dolor y ese destino era despiadado. Midoriya no le importaba, ni siquiera su mente se concentraba en lo que estaba ocurriendo. Sus ojos se habían vuelto blancos mientras que su mente vagaba en otro lado, buscando respuestas. Se escuchó el grito de una mujer, que le hizo entrar en la noción de lo que estaba ocurriendo.

Sus ojos volvieron a ser esmeralda y lo volvió a escuchar, dejando de mirar a aquel ser muerto y con los ojos saltados:

—¡Izuku! —exclamó su madre—. ¿¡Estás bien!? ¿¡Por qué miras tan raro al pescado!?

—¡Ah! ¡L-Lo siento mamá! Son solo los nervios, e-estoy casi seguro de qué logré entrar a la academia, pero la carta aún no llega —suspiró exhausto.

—Bueno, pero no te desquites con el pescado. Anda, come antes de qué se te enfrié —ordenó como la gran madre que era.

—S-Sí —dicho eso, el joven volvió a comer, pero su pregunta no había sido eliminada, solamente suprimida.

Después de la comida, Midoriya ayudó a lavar los platos a su madre, aunque ella le había dicho que no requería apoyo. Izuku le hizo nulo caso: Si quería ayudar, iba a ayudar no importaba qué.

Además de eso, eran Midoriya, y los Midoriya tenían de un corazón noble y admirable.

—... Hijo —llamó su madre—, ¿estás seguro de qué estás bien?

—¿Eh? ¿Por qué la pregunta mamá?

—Estoy consciente de qué has de estar, tú sabes, abrumado bastante por... —Izuku bajó la mirada un segundo—... eso. Yo solo quiero estar segura de qué--

Midoriya tomó unos platos y los colocó en el fregadero, haciendo un ruido grave al hacer que la plata y la vajilla chocarán de golpe con el agua espumosa. El muchacho agarró aire.

—Mamá, sé lo que tratas de hacer, y me aprecio que te preocupes, en serio... Pero tranquila. Tú has peleado mis batallas desde que me tuviste en tus brazos hace quince años, y yo sé que es momento de qué yo tenga que pelear las mías. Volverme fuerte por mi cuenta —la mujer había dejado de lavar los platos un segundo—; aprender a vivir con lo que soy. Y yo sé que puedo hacerlo solo...

—Izuku... —el muchacho la miró, con una tierna sonrisa llena de confianza.

—Al final soy un Midoriya, ¿no es así? Separados o unidos, todos somos fuertes —a la mujer le brillaron los ojos, mientras que una enorme sonrisa se formaba en su rostro. El muchacho observó aquello y por un segundo se sorprendió de la expresión de su madre.

—Claro que sí hijo. Pero recuerda siempre: Separados, seremos fuertes; unidos, somos invencibles.

La madre sonrió y el hijo hizo lo mismo, siendo un reflejo completo de la mujer a pesar de no compartir la misma sangre. Es cierto eso que dicen de qué la familia se forma por los lazos, no por la sangre; ellos dos eran la prueba más latente.

El rato pasó, y Midoriya se dedicó a entrenar el brazo con una de sus pesas mientras revisaba las noticias, en busca de alguna cosa interesante que haya pasado en el día. Ya habían pasado tres semanas y no había ninguna señal. Una notificación le llamó la atención: Era Bakugo.

Entró al chat y vio el mensaje con los ojos abiertos: «Me llegó la carta, ¿qué hay de ti?».

Y antes de poder responderle... escuchó a su madre gritar:

—¡¡I-Izuku!! —volteó la mirada bruscamente y vio a su madre arrastrada en el suelo, con una carta en mano—. ¡L-La carta, a-acaba de llegar!

Izuku Midoriya: El Primer MestizoWhere stories live. Discover now