11. La fuerza y la mente

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La noche del entrenamiento había llegado, y tras todas las pruebas administradas por el general los cadetes, como dirían los Autobots, hechos chatarra. A todos les dolía el cuerpo y tenían marcas enrojecidas por los ataques de las bolitas. Lo único que querían hacer era descansar un poco y darse un baño.

Midoriya, en un estado casi igual al de sus compañeros, se quedó de pie al lado del sofá donde todos se estaban tratando de recuperar. Aizawa lo había dicho: Eran un desastre como pelotón y no podían negarlo. Yaoyorozu por su parte estaba bastante irritada con la actitud de sus compañeros para actuar en vez de pensar como ella y Midoriya habían hecho.

Estaba sacada de quicio con todos ellos.

—Me duele todo el cuerpo... —susurró Kaminari, adolorido y apenas pudiendo sentarse sin tener que quejarse.

—No te dolería si hubieras pesado antes de actuar... —susurró para sí la azabache. Juraba que nadie la escuchaba.

—¿Eh? ¿Dijiste algo, Yaoyorozu...? —Eso fue el colmo para ella.

—¡Agh! —Enfadada con sus compañeros y sus actitudes impulsivas se fue dando pisotones a su habitación. Todos miraron mal a Kaminari.

—¿Qué? ¡Oigan, no es mi culpa que ninguno de nosotros le estuviera haciendo caso! ¡No se hagan los inocentes, todos saltaron sin escuchar lo que decía! —dijo el rubio en su defensa, una muy buena defensa.

—... Kaminari tiene razón: Actuamos sin pensar, debimos haber escuchado a Yaoyorozu. Se notaba que ella pudo haber creado un buen plan —dijo Ochako, aceptando que sí se apresuró un poco al saltar a tratar de hacer algo. Kyoka se levantó del sillón.

—Iré con ella para arreglar esto —miró fulminante a Kaminari antes de ir a buscar a la azabache. Kyoka caminó entre los pasillos de las habitaciones con algunas dificultades debido a sus heridas hasta toparse con la chica de la coleta, que le estaba gritando al aire bastante frustrada:

—¡Les dije que debían pensar! ¿Pero acaso me escucharon? Noooo... ¡Saltaron a la acción y así perdimos la prueba! ¡Agh, son tercos cómo toros! —exclamó, sin percatarse de la presencia de la chica de pelo morado.

—Toros es una palabra un tanto rebuscada —Ante el comentario de Kyoka, Momo se sobresaltó un poco. Volteó a ver a su compañera, avergonzada por su actitud tan descolocada en esos momentos—. Quizás tercos como potros salvajes entraría mejor, o como niños pequeños.

—¿C-Cuánto llevas ahí...?

—Lo suficiente para saber que todo el pelotón te debe una disculpa. Tratabas de ayudar y nosotros no escuchamos. Yo... también quería disculparme por no haberte escuchado, la presión estaba sofocándome y simplemente seguí a los demás: Lo siento —dijo, avergonzada de lo sucedido de la mañana. Momo suspiró.

—Está bien, acepto tus disculpas. Yo... también lamento haberte llamado a ti y a los demás toros. Fue un golpe de desesperación.

—Está bien. Conozco insultos más fuertes de cualquier manera —Ambas sonrieron—. Venga, si quieres puedes seguir llamando "toros salvajes" a los demás, después de que se disculpen, claro. ¿Te parece?

—... Sí, está bien. De cualquier manera, creo que tengo unas ideas para que a las siguientes pruebas en equipo logremos el cometido —propuso la más alta de las dos, con el ánimo en subida.

—Esa es la actitud, ahora vamos —Las chicas fueron por el pasillo en dirección a la sala, donde le esperaba a Yaoyorozu una gran disculpa por parte de todo el mundo. Al arribar, todos sus demás compañeros de pelotón se encontraban de pie en una línea recta, y simultáneamente, hicieron una reverencia de disculpa ante su compañera de cabello oscuro.

Izuku Midoriya: El Primer MestizoWhere stories live. Discover now