17. La duda al aire

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Si bien lo del terremoto fue un desafío fácil, el desafío de las minas explosivas fue un giro brusco... y mucho peor fue el ataque aéreo con bolitas de paintball. Al llegar a la meta final, tres cuartos de los pelotones llegaron tosiendo humo o con sus trajes vueltos una obra de arte abstracta.

Agradecidamente no eran balas reales o minas explosivas de verdad. Como dije antes: No estaban tan locos como para poner a los cadetes en riesgo real. Cuando los jóvenes llegaron al final, había solo unos pocos con los tobillos torcidos o con leves dislocaciones, o uno que otro moretón y raspón.

La meta fue una gran compuerta que tuvieron que destruir a base de Dones, y al cruzarla, se toparon con otro elevador, que en vez de moverse hacia arriba o abajo, se movió hacia adelante, a una velocidad descomunal. Muchos cadetes se cayeron por el impulso, aterrizando sobre los cuerpos de sus demás colegas.

Midoriya se estampó contra Todoroki, Momo contra Kendo, Uraraka contra Bakugo, etcétera. La única persona que no se movió de donde estaba, fue Tsuyu Asui, la cual tenía los pies pegados en el suelo. El ascensor unidireccional se movió aproximadamente diez segundos a velocidad sobrehumana y se detuvo de forma brusca, haciendo que los chicos se volvieran a estampar unos contra otros.

Midoriya se sintió aturdido para luego ser empujado duramente por Shoto, que solo gruñó al estar en contacto con él. Izuku no entendió a qué vino aquello, pero decidió no hacer escándalo. Bakugo ayudó a Uraraka a ponerse de pie.

—¿Estás bien? —preguntó el rubio, mientras que a la castaña todo le daba vueltas.

—N-No me gusta ir en velocidades altas. Tal vez ya no tenga tantas náuseas por mi Don, pero aun así... —La cara se le puso verde. Se cubrió la boca y salió corriendo de la cabina, para buscar un lugar donde expulsar su desayuno. A la distancia, Bakugo escuchó un desagradable sonido de regurgitación.

—Ughh... —emitió Katsuki, sacando la lengua de asco y tratando de no ver en la dirección con la ruborizada soltó su pan con mantequilla y jugo de naranja. Fue a auxiliarla, aunque le diera demasiado asco. Por otra parte, Yaoyorozu ayudó a Kendo a levantarse del suelo.

—¿Está bien, sargento? —preguntó la pelinegra, de forma respetuosa.

—Estoy completa, y eso basta... —dirigió su vista a alguien que se estaba alejando de la zona: El bicolor del pelotón 1-A—. Oye, ¿qué le pasa a él? Parece que no se lleva bien con nadie.

—¿Quién? ¿Todoroki? Eh... Es algo solitario y desconfiado, además de que a veces es arrogante. Pero sigue siendo buen soldado... —explicó, viendo como el chico de la cicatriz se acomodaba el hombro y su traje soltaba un aire presurizado debido a sus llamas de nivel exagerado.

—Es la oveja negra de tu grupo, ¿no es así?

—No lo apodaría así. En fin, dejemos ese tema de lado: Tenemos dos pruebas pendientes —dijo, saliendo con sus demás compañeros del lugar donde muchos vomitaron y se golpearon unos contra otros.

La relajada y chillona voz del general Nezu se volvió a escuchar en los altavoces. No era muy bien recibida por los jóvenes:

—¡Felicidades, cadetes! ¡Lograron llegar a la línea final, así que pasaron la primera prueba! A continuación, los heridos serán llevados a la enfermería donde Recovery Girl los pondrá en forma para la siguiente prueba. Los demás, vayan a la zona de descanso, se lo ganaron.

Dos caminos iluminados brillaron en el suelo metálico. Se encontraban en una gran zona de simulación, con dos puertas que se abrieron a la izquierda y derecha de la instalación. El camino rojo era para los heridos, el azul para los sanos. Varios robots de simulación llegaron con camillas para llevar a los que tuvieran heridas que les impidieran avanzar o que se pudieran infectar.

Izuku Midoriya: El Primer MestizoWhere stories live. Discover now