Capítulo XVIII.

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Una vez que los enfermeros le cerraran la puerta en la cara al alfa, todos se abalanzaron sobre Louis para revisarlo de pies a cabeza. Mientras una enfermera anotaba los datos registrados por la máquina que lo acompañaba, otra le sostenía el párpado mientras le alumbraba con una luz.

— ¿Puedes escucharme bien, Louis? — El omega asintió lentamente, sin forzar demasiado su cuello y reservando cada gota de energía que encontraba para poder estar consiente la próxima vez que viera a Harry porque hasta ese entonces, pensaba que había sido una mera alucinación.

Mientras lo revisaban por todas partes, Louis seguía repasando las últimas imágenes que conservaba con claridad en su cerebro. Tal como lo había predicho la doctora, el omega había despertado inundado por el dolor de los golpes que aún no sanaban y que le impedían pensar con claridad, pero sin mucho esfuerzo, a su mente llegó el rostro de Kyle pintado de rabia, del mismo color de la sangre con la que manchó el piso de la habitación cuando dejó a Louis desangrándose a su suerte. De ahí en adelante, su mente estaba en blanco, ni siquiera sabía cómo había llegado al hospital, ni todo lo que Harry lloró mientras lo sostenía en sus brazos mientras suplicaba que se mantuviera con vida.

Louis se mantuvo quieto como un maniquí mientras intentaba encontrar respuestas al mismo tiempo que el equipo médico hacía su trabajo. ¿Cómo había llegado Harry al hospital? ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿A qué se refería con que "sabía que lo lograría"? ¿Cuánto tiempo llevaba dormido exactamente? ¿Días? Su mirada se desvió al beanie que Harry le había entregado y sucesivamente, miró a lo largo y ancho de la habitación en busca de más pistas y no las encontró hasta que una enfermera abrió, por accidente, el mueble donde Harry guardaba todas las cosas que había comprado para cuando Louis despertara. El omega pudo observar por fracción de segundo todos los pantalones, chaquetas, camisetas, libros y un montón de otras cosas que abarrotaban el mueble. Louis no sabía que Harry las había comprado pero entendió que había pasado bastante tiempo desde su ingreso al hospital por la cantidad de cosas que había.

— Louis necesito que hagas una serie de pruebas para mí. — La doctora puso sus palmas frente al omega y comenzó a mover los dedos. — ¿Puedes hacer esto?

El ojiazul hizo cada prueba que se le pidió y que pudo hacer. Mover los dedos de las manos, de los pies, los ojos de una dirección a otra y por último, una ronda de preguntas infinitas sobre datos personales, memoria y lógica.

— ¿Sabes que día es hoy, Louis? — Intentó la doctora. Louis negó con la cabeza.

— ¿Cuánto tiempo llevo aquí? — Contestó en cambio. La doctora se encontraba escribiendo en su típica tabla llena de papeles pero se detuvo para contestarle.

— Dos semanas y un día.

Louis quedó impactado de todo el tiempo que había pasado y él ni siquiera se había enterado. Había perdido dos semanas de su vida en un suspiro, sin darse cuenta y le ponía nervioso el hecho de no saber que había pasado en todo ese transcurso de tiempo.

— ¿Q-Qué? ¿Dos semanas? — La doctora asintió nuevamente.

— Probablemente te tengas que quedar un poco más, por hoy no te haremos exámenes porque ya es tarde y de seguro estás agotado y adolorido pero necesitamos descartar cualquier secuela del traumatismo. — La doctora guardó su lápiz en la bata y sonrió suavemente. — Pero quédate tranquilo, hasta ahora veo que no tienes nada de que preocuparse, lo cual es estupendo. Eres muy fuerte, aún así, te administraremos unos analgésicos para el dolor.

Mientras todos a su alrededor se movían, Louis se quedó esperando y mirando hacia la nada. La doctora después de volver a verificar unos últimos detalles se acercó a la puerta mientras se retiraban los enfermeros uno tras otro. — Descansa. Mañana temprano vendrá la policía a tomar tu declaración y la de tu prometido.

Adicto. | l.s (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora