Capítulo X.

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Louis estaba acostado boca abajo sobre la deliciosa alfombra de la sala. A su lado, estaba la ya vacía caja de pizza que Harry había insistido en pedir, junto a dos vasos con gaseosa, uno para cada uno. Harry estaba al otro lado del tablero, en shorts y con sus trabajadas piernas cruzadas en posición de indio, mientras miraba una tarjeta que sostenía entre sus manos.

Mientras analizaba la situación, el omega se dio cuenta de lo extraño que era todo eso. Se encontraba ahí, jugando Monopoly y comiendo pizza con el narcotraficante más grande de Londres, aquel quien contra todo pronóstico era una de las personas más dulces que había conocido. Ah, y era un alfa. Un alfa precioso, que olía bien, que lo hacía sentir seguro y que lo había besado la noche anterior.

Y le había encantado.

A pesar de todo el miedo que tenía aún por Kyle, Louis no podía mentirse por más que lo intentara. Ese beso había sido una experiencia completamente nueva. Fue como si de pronto, hubiera descubierto un nuevo color, un nuevo sabor, y se estaba convirtiendo rápidamente en su favorito. Todo estaba claro en su mente, pero Louis era terco y cada vez que su mente se relajaba y disfrutaba sus recuerdos con Harry, se eclipsaban por el recordatorio de que Louis era un omega con novio. Un novio que él amaba profundamente.

¿Cierto?

— No.

Louis volvió a la tierra gracias a la voz de Harry. Frunció el ceño.

— ¿No?

Harry negó con la cabeza y le puso la tarjeta que estaba leyendo frente a su rostro.

— No la compres. Mal negocio.

— Pero es barata...

— No cobras nada.

— Algo es algo, además si pongo un hotel puedo cobrar más.

Harry se encogió de hombros y dejó la tarjeta en el tablero.

— Como quieras, pero te lo advertí. Recuerda que tenemos una apuesta.

— ¿Es una amenaza?

— Es una advertencia.

— Suena como una amenaza. — Louis acercó la gaseosa a su boca. — Qué suerte que no existe la mafia en este juego, si no, ya me hubieras matado.

Harry ni siquiera levantó la mirada.

— Créeme, principito, que encabezas la lista de las personas a las que no podría hacerle daño. — Louis abrió la boca para contestar, pero los ojos verdes de Harry hicieron que se atragantara con sus propias palabras. — Jamás.

Louis no pudo decir nada, pero le creía. Le creía y su omega estaba rendido ante los pies de aquel alfa.

— La quiero.

— Omega testarudo.

— Alfa mandón.

Harry suspiró para finalmente poner una sonrisa en su rostro.

— Como quieras, pero estás perdiendo. — Harry era el banco, así que recibió los billetes que Louis le estaba ofreciendo y le entregó el cambio, la propiedad y la tarjeta correspondiente.

— Bla, bla, bla.

Siguieron jugando unos cuarenta y cinco minutos más, hasta que Louis se dio cuenta de que iba en picada. Había estado en la cárcel dos veces y había tenido que pagarle a Harry una millonada, la cual el alfa aceptó con una sonrisa hermosa y triunfante. Louis bufó y se dio cuenta de que le quedaba una sola propiedad y estaba cerca de la bancarrota.

Adicto. | l.s (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora