4. EL JOVEN PERFECTO

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Miller

Me pare frente al espejo del baño de mi cuarto, ya estaba listo, vestía un traje negro con corbata, mi cabello peinado hacia atrás. Cogí un poco de los polvos de maquillaje y me los unte en el pómulo izquierdo para tapar el moretón que tenía.

Casi siempre tenía moretones en la cara, pero gracias al maquillaje nadie podía notarlos, nadie podía preguntar por qué estaban ahí.

Suspiré, tenía que empezar a practicar las sonrisas y saludos que daría ahorita. Es increíble la capacidad que tengo en fingir alguien que no soy, en frente de Ariana, en frente de mis padres, en frente de la sociedad, tenía que ser el hijo perfecto, el amigo perfecto, el novio perfecto, el joven perfecto, aun cuando estuviera muy lejos de serlo.

Note que unas lágrimas caían por mis ojos, arruinando los polvos que tapaban el moretón y así dejándolo a la vista.

La ira invadió cada parte de mí, comencé a exhalar más profundamente, salí del baño, busque debajo de mi cama la caja donde siempre guardaba las pastillas que tomaba, abrí el tarro pero no cayó ni una en mi mano, se acabaron, no había ni una más.

-¡Mierda! - Grite con todas mis fuerzas, en ese momento llegó Camille que escucho el grito, se arrodilló en frente mío y me tomó de la cara.

-Recuerda lo que hacemos Miller, inhalay exhala, inhala y exhala.

Inhale y exhale como ella dijo, mi adrenalina bajo considerablemente.

-Mira. - Me extendió su mano, en ella tenía una píldora, lo pensé unos segundos y la cogí, la metí en mi boca pasándola entera.

-Ahora ya sabes que tienes que hacer, si lo haces te prometo que te conseguiré más.

Asentí, Camille me dio un beso en la mejilla y salió de la habitación.

Pasaron unos 30 minutos y empecé a notar como el Lorazepam estaba haciendo su efecto en mí, todo mi cuerpo y mi mente se relajaron, era como sedar mi mente, apagar un poco todo lo que pasaba a mi alrededor, pero seguir siendo consciente de lo que sucedía.

Tomé un vaso de agua del baño y baje al salón del comedor. Papá se encontraba sentado en la punta de la mesa, como el gran patriarca que era, Mamá estaba al lado de Camille, me senté en el otro lado del comedor. Sonó el timbre, Ariana ya había llegado.

El ama de llaves le abrió la puerta, recogió su abrigo y se lo llevó. Ariana se acercó a la mesa y saludo a todos, a mí con un beso sin ganas. Se sentó al lado mío, me miró un momento y apartó la mirada después.

Yo si me quedé mirándola, traía puesto un vestido largo rosado, el cabello recogido en una trenza, con un maquillaje básico, sonreí para mí mismo, porque se veía hermosa, joder de verdad se veía muy hermosa, era una pena que nunca tuve el suficiente valor para decírselo, que patético.

Mi padre cogió su copa de vino y la golpeó con un tenedor para llamar la atención, iba a hacer un brindis. Todos nos pusimos de pie con nuestras copas.

-Este brindis será por Ariana.- se quedó mirándola fijamente, le sonrió y siguió hablando. - Por ella, quien ha hecho mucho por nuestra familia, y en especial por mí hijo, así que brindemos por eso y por su llegada, Salud.

Bebimos de nuestras copas, nos sentamos de nuevo, en esta ocasión fue mamá quien tomó la palabra.

-Nos alegra tenerte de vuelta querida, Benedictt y yo organizamos esta cena en tú honor, después de todo eso es lo que se necesita, honrarte, ¿no es así?

-Mamá no debería...

-¡Callate Camille!- Mi hermana se tensó.- Cuando yo hablo tú cierras el pico, ¿entendido? - Camille asintió con la cabeza.

Si las mentiras fueran personas Où les histoires vivent. Découvrez maintenant