CAPÍTULO DOS

11 2 3
                                    

II

-Quienes somos cuando estamos con la persona indicada es quienes somos verdaderamente en nuestro corazón-

Los minutos en los que espero a que Luther vuelva desde la heladería se me hacen eternos.

Si bien la misma queda debajo del puente donde me encuentro ahora mismo, como medio escondido de la sociedad, me digo que debe haber mucha gente en la tienda, por la tardanza, o tal vez son mis estúpidos nervios que no dejan de aparecer cada vez que lo veo.

Apoyo mis antebrazos sobre el borde del puente y me obligo a tranquilizarme, dando un suspiro largo de ojos cerrados― ¿estás bien? ―su voz demasiado cerca de mi cuello hace que de un salto en mi lugar.

Abro los ojos encontrándome con Luther y su maravillosa sonrisa― no quería asustarte, perdona― él me pasa un cono lleno de varias bochas de helado apiladas una sobre otra. Al final, una capa de chocolate derretido cubre la última bocha acompañado con chips de muchos colores.

―Te acordaste― noto con una ceja levantada.

― ¿Qué cosa? ―él le da una mordida a su helado fingiendo ingenuidad.

―El helado bañado de chocolate y chips de colores.

Luther se hunde de hombros restándole importancia― primero me tratas como un viejo, y ahora como uno, pero con amnesia. Voy a empezar a enojarme, en serio― sus ojos se encuentran con los míos. Los suyos achinados y con las mejillas infladas por la enorme sonrisa que pone.

Me obligo a apartar la mirada hacia el frente. Mi corazón está acelerado y mis manos empezaron a sudar.

― ¿Qué era lo que querías contarme? ―pregunto para evitar mi nerviosismo, pero el saber que su cuerpo está a pocos centímetros del mío no lo hace fácil.

Luther suspira a mi lado― No soy muy interesante. Me asusta confiar en las personas equivocadas― hace una pausa antes de continuar― ¿Qué digo me asusta? ¡Me aterra! ― dice soltando una risa silenciosa― y por ello dejé escapar a muchas personas de mi vida. No quiero que eso vuelva a pasar. ―Siento sus ojos sobre mí, pero no me atrevo a devolverle la mirada― Eres muy importante para mí, Dakota― sigue― tanto que me da un poco de miedo arruinar lo que tenemos.

Siento que mi cuerpo va a sufrir un colapso en estos momentos. Sus palabras causan un gran efecto en mi sistema, como si echara un balde lleno de agua sobre una computadora.

― ¿Por qué lo arruinarías? ―mi voz suena débil e indefensa, pero no puedo evitarlo. Durante todo este tiempo, hemos sido amigos y nada más.

Nuestra relación va de salir y hablar durante largas horas. No compartimos mucho de nuestro pasado o vida privada, pero, a su vez, somos tan íntimos como dos personas que se conocen de toda la vida.

No entiendo lo que tenemos, pero sé que, si él me fuera a pedir que seamos algo más, lo aceptaría sin pensarlo dos veces. Así de grandes son mis sentimientos por él, aunque hasta este momento creí que no eran correspondidos.

Luther traga en seco y responde― supongo que sabrás que soy algo así como un escritor...―asiento. Lo suponía desde la primera vez que nos vimos en aquella reunión, aunque nunca quiso leerme nada de lo que escribió después de eso― bueno, yo...―vuelve a reír demasiado nervioso.

Sin pensarlo mucho agarro su mano― está bien si no te sientes listo, lo menos que quiero es obligarte a hacer algo que no quieras, pero sea lo que sea, no va a cambiar lo que siento por ti.

Creo que fue demasiado. Demasiado el agarre de mano. Demasiado el "siento" en vez de "pienso"

Intento mantenerme serena, aunque quiero gritar y salir corriendo de este lugar.

Remordimientos (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora