CAPÍTULO TRES

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III

-La gran diferencia entre un te quiero y un te amo-

Al llegar a mi casa, noto a papá de buen humor, quien prepara una especie de postre raro que seguramente encontró en internet mientras tararea una de esas famosas canciones de rock.

Aprovecho el volumen alto de la música para escabullirme entre los muebles y salir disparada a mi cuarto encerrándome en él.

Dejo caer mi mochila sobre el piso y me acerco a la ventana abriéndola de par en par.

Vivir cerca del puerto tiene sus ventajas. Una de ellas es el hermoso paisaje que tienes a un paso de tu cama. Aunque por las mañanas te despiertes con un horrible sonido de pájaros picoteando el techo o los cláxones de los barcos que están a punto de zarpar, todo eso vale la pena si desde tu cama, puedes ver la luna y como esta se refleja en el mar.

La melodía del agua en movimiento por la marea es un buen sonido de fondo para dormir.

Luego de sacarme toda la ropa del instituto y dejarla ordenada sobre la cama, me coloco un pijama que consiste en un pantalón holgado y una camiseta larga que me llega hasta las rodillas.

Alguien llama a la puerta con una sincronía de golpes particular.

― ¿Cómo me viste? ―le cuestiono a Carlos, quien pasa a mi habitación sin preguntar.

―Eres demasiado obvia, Dakita― dice a sabiendas que odio que me llamen así. Él se sienta en el borde de la cama y comienza a saltar sobre ella.

Suspiro― ¿Qué pasa? ―Él me hace ojitos― ¿qué vas pedirme?

―Tarea de matemática.

Niego con la cabeza― No voy a hacértela, Carlos.

―Mi mamá dijo que me ayudes.

―Ayudar es totalmente diferente a hacerla y estoy segura que Camila no quiere que cada uno de tus trabajos esté hecho por mí.

Él deja caer su torso sobre el cómodo acolchado con los brazos extendidos― Él último trabajo tuvo un 10. ¿Como eres tan buena en matemáticas? ¡Necesito que me digas el extraño pacto que hiciste con el diablo para entender todas esas formulas raras!

Yo agarro una almohada y se la arrojo en la cara― Se llama estudiar, deberías intentarlo alguna vez en tu vida.

Carlos se arranca el almohadón del rostro con una real expresión de sufrimiento en él― Por favor, Dakita. Ya no voy poder explicar el hecho de que en los trabajos me va tan bien y en las evaluaciones presenciales horrible.

Le doy una palmada en el hombro para que se aparte y me siento a su lado― una vez intenté enseñarte y terminamos jugando al Fornite, no creo que funcione, Carlos.

― ¡Voy a pagarte!

Suelto una carcajada― ¿Con qué? ¿Con los diamantes de tus videojuegos?

Él se voltea y en un extraño movimiento se pone de rodillas con las palmas unidas frente a mi― puedo hacer lo que quieras. Puedo limpiar o hacer tu cama por una semana y prometo prestar atención cuando me des la explicación.

Lo miro sorprendida― En serio estás desesperado, ¿eh? ―el asiente varias veces exageradamente― necesito que me cubras el sábado y el domingo.

Carlos se pone de pie. Él es casi tan alto como yo y apenas tiene 13― pensé que te dejaban salir los sábados.

―Voy a ir a una fiesta el viernes y probablemente llegue muy tarde― explico― y el domingo papá quiere que asista a una sesión de terapia familiar― tanto Carlos como yo ponemos cara de asco.

Remordimientos (#1)Where stories live. Discover now