CAPÍTULO DOCE

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XII

-El amor no es egoísta-

No reconozco el peligro que conlleva el abrir la puerta de la camioneta mientras esta está aún en movimiento o cruzar la avenida a mitad de la calle sin mirar a los costados.

Tampoco me importa.

Mi mente está cegada por una neblina que me obliga a tantear en la oscuridad. Solo pienso en Felipe y el dolor que se extiende por mi pecho de tan solo pensar que algo malo pudo haberle pasado.

No necesito más accidentes, más daños, más muertes. He tenido suficiente en mi vida.

Le rezo a un dios en el que no creo deseando esté bien. Que todo esto sea un mal sueño, una pesadilla en la que como única salida queda despertar.

Pero la realidad está frente a mis ojos y demasiado pronto como para poder procesarla como es debido.

No me es difícil encontrarlos. La multitud los rodea interesados en la escena.

Empujo a la gente para abrirme paso hasta ellos y cuando mis ojos logran por fin, ver lo que ha pasado, desearía no haber llegado tan rápido y esperado a Luther y Daron a que se acercaran conmigo. Porque ahora siento nauseas, todo lo que desayuné esta mañana se revuelve y empieza a subir por mi estómago.

Tambaleo viendo como mi alrededor comienza a girar, pero alguien me sostiene desde atrás antes de caer.

Luther toma mis brazos con firmeza y delicadeza a la vez. Al parecer, su altura llama la atención de Lara, por qué es lo que hace que levante la cabeza y vea nuestros rostros uno por uno.

Ella se pone de pie tan rápido que casi tropieza con una baldosa medio sobresaliente del suelo y se abalanza a mi rodeando sus brazos a mi cuello. 

Nunca pude haber deseado tanto un abrazo. Hace demasiado frío pero el calor corporal de Lara me reconforta lo necesario para tranquilizar mi desestabilidad anterior. A ella también parece agradarle, puesto que suspira aliviada sobre mi hombro.

Al separarnos, me animo a observar a Felipe con más detenimiento mientras me acerco. Su rostro es casi irreconocible. Una gran mancha morada descansa sobre su pómulo derecho y sus ojos, hinchados como si hubiera estado llorando por días, permanecen cerrados.

Tiene el labio partido, con sangre seca que viene de su nariz y su boca.

No respira normalmente. Casi es imperceptible el movimiento de su pecho al tomar cada bocanada de aire y cuando coloco mi oído sobre la parte de su corazón, me desespero al notar que no late con la velocidad que debería.

El miedo ingresa de nuevo seguido de la adrenalina. Lo llamo, varias veces, pero no contesta y mi alma desea que no sea el quien está aquí, tirado sobre el pavimento.

Pero es imposible que no sea él. Lleva puesta esa camiseta negra que tiene un estampado de Twenty One Pilots, su banda favorita. Prenda que él mismo me presumió el sábado por la tarde cuando me informó que saldría a un bar.

Reviso su pálida y débil mano para confirmar lo que culmina con destruir mis deseos desesperados. Aún posee él anillo negro que descansa siempre en su dedo anular. No conozco la historia detrás del accesorio, pero si recuerdo una de nuestras primeras conversaciones cuando yo era "la nueva" en el instituto y él se encargaba de integrarme a su mundo como ayudante y guía del colegio.

[ [ Y... ¿Estás casado o algo así? bromeé mientras caminaba a su lado.

Él siguió, con un ceño fruncido, la dirección de mis ojos hasta llegar a su mano izquierda. Soltó una carcajada al entender a lo que me refería No...sonrió Fue un regalo. ¿Parezco una persona si quiera enamorada? estoy segura que aquello lo dijo con intenciones de seguir con él tono divertido de la conversación, pero la pregunta resaltó tanto entre sus palabras que resultó más real de lo que se imaginaba.

Remordimientos (#1)Where stories live. Discover now