CAPÍTULO CINCO

5 1 0
                                    

V

-A veces te amo tanto que abruma y eso me lleva a cometer errores. Errores que no deberían hacerme sentir tan bien de la forma en la que lo hacen-

El sudor bajaba por mi columna de una manera inexplicable haciendo que la camiseta deportiva de la escuela se me pegara a la espalda.

Comencé a reducir la velocidad cuando sentí que mi pecho empezaba a arder y mis piernas quemaban hasta el punto de sentirse adormecidas― ¡Hafeld, mantenga el ritmo! ―gritó de repente el profesor de educación física que corría en reversa a pocos centímetros cerca de mí.

Yo asentí varias veces y volví a la velocidad en la que muy otros pocos de las demás secciones podían mantener. No me quedaba otra, si tiraba la toalla tendría que hacer 100 abdominales y odiaba los abdominales más que a mi propia vida.

―Tu resistencia es impresionante― elogió Guille quién se acercó a mi lado impecable como él solo. Podríamos haber dado 20 vueltas al enorme predio donde también se hacían los partidos de futbol, pero el seguiría sin una gota de sudor cayendo por su frente.

―Te envidio...muchísimo...―dije como pude sintiendo la boca seca de inmediato.

Él soltó una carcajada― La clave es controlar la respiración y administrarla como si tuvieras una cantidad limitada― explicó― así te cansarás menos rápido y zonas como debajo de las costillas no van a doler tanto.

Intenté sonreírle para ocultar mis ganas de empujarlo― el tecnicismo no me sirve de nada ahora, Guillermo― quejé.

Sin embargo, no se rindió― has esto. Respira profundo por la nariz y exhala por la boca― el hizo el ejemplo― varias veces.

Cerrando los ojos, hice lo que me ordenó y luego de unos minutos sentí como mi cuerpo empezaba a esforzarse menos por cada pisada. De pronto, el sonido de un silbato inundó el lugar haciéndonos saber que el momento que tanto esperábamos había llegado.

Sin pensarlo me tiré al pasto fresco y me quedé allí recuperando el aliento con los ojos cerrados.

Segundos después percibí como Guille se acostaba a mi lado, o eso fue lo que creí hasta que sentí su aliento chocar en mi oído seguido de su voz― bien hecho, señorita Hafeld.

Abrí los ojos inmediatamente a la vez que me enderezaba despegándome del pasto― ¿Qué haces?

Daron puso sus brazos cruzados detrás de su cabeza― descansando― contestó con simpleza. Su rostro estaba teñido por, casi indescriptibles, manchitas rojas dejando prueba de su cansancio.

Rebeldes mechones de su cabello se encontraban pegados por el sudor en su frente, mientras que el resto permanecía ligeramente ajustado en un moño improvisado. No llevaba el delineado, como la vez anterior, pero el aro circular en su nariz seguía allí como si fuera parte de su esencia.

Mis ojos, sin poder evitarlo, bajaron hacia su remera de lycra que permitía que la tela se pegara a todo su torso marcando notablemente sus abdominales.

Como si fuera a propósito, el estiró sus brazos a la par de todo su cuerpo provocando que su camiseta se levantara y aquello expusiera una pequeña franja de su piel.

Me quedé mirando hacia un punto en específico por unos segundos― ¿Disfrutando de la vista? ―alardeó Daron con una sonrisa de lado y mirándome fijamente. Yo negué posando mis dedos sobre una sección de su piel descubierta― Ah...―soltó cuando notó a donde estaba dirigida mi atención.

Observé la mancha blanca que se asomaba en la parte baja de su abdomen y contrastaba con su piel morena― ¿Te pasó algo?

―No es nada― respondió y ocultó su piel en lo que se ponía de pie escapando de mi vista.

Remordimientos (#1)Where stories live. Discover now