CAPÍTULO ONCE

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XI

-Las mentiras más grandes, son las que te dices a ti mismo-

DAKOTA

Las palabras pueden interpretarse de múltiples maneras, pero, ¿Cómo puedo yo interpretar un "estoy celoso" de su parte?

Aún estoy temblando y mi corazón late acelerado cada vez que lo recuerdo, como si fuera hace minutos cuando me ha dicho esas simples palabras capaces de alterar mi sistema.

He pasado todo el sábado encerrada en mi habitación pensando en esas palabras. En esos ojos hipnotizantes y su sonrisa.

Quiero ignorar aquel recuerdo, ignorar su rostro y borrar de mi mente cualquier atisbo de deseo en sus ojos que pude haber captado, pero que no es solo más que simples mentiras que me digo a mí misma para ilusionar mi corazón.

Quiero aferrar mis pies sobre la tierra y guiar mi atención a aquella persona que si demuestra su interés sin secretos ni extrañas indirectas. Aquel que me dijo fijamente a los ojos que le fascinaba.

Generar esos sentimientos en una persona, es irreal, casi como si fuera una mentira.

Pero no lo es... ¿no? Yo soy, completamente suficiente, para gustarle a alguien. Eso no es nada irreal, ni de otro mundo.

Repito esas palabras tal como lo ha dicho mi psicóloga cada vez que puedo. Acostada, en el baño, mientras voy de camino a la escuela y frente al espejo.

Soy suficiente.

A veces me pregunto si ayudará repetir esas palabras vacías en las que no creo. Quiero hacerlo, pero una parte de mi mente siempre logra sabotearme, diciéndome que no es verdad, obligándome a creer que no importa cuánto me esfuerce o lo intente no nací para merecer ser amada.

¿Por qué? Ni siquiera lo sé. Tal vez es mi forma de ser, o la manera en que me relaciono con las personas. Tal vez es porque sobre pienso mucho las cosas o las analizo demasiado. Tal vez es porque siempre habrá algo en los demás que yo nunca tendré.

Eso justificaría el hueco en mi corazón que siempre se llenaba cuando acudía al calor de los brazos de mi madre. A su voz susurrante llena de paz que lograba hacerle creer a mi mente que merecía ser amada.

"Todos merecen ser amados" Decía ella y lo creo, lo creo profundamente, pero no hay manera de hacer que mi mente me agregue a ese "todos".

Yo soy la excepción.

Tal vez si fuera lo suficientemente bonita, tal vez si fuera lo suficientemente delgada, tal vez si fuera más confiada...tal vez...tal vez...tal vez...

Tal vez Luther...

Pasar tiempo con él es como experimentar un abrazo de mi madre. Es cálido, acogedor y distrae a mi mente dejándome descansar, pero, así como es hermoso, siempre acaba. Y sé, que no será para siempre.

Alguien llegará. Tal vez una chica con gustos simples que sepa tomar su mano y apoyarlo, así como él me apoya a mí. Qué sea confiada de si misma cuando pronuncia las palabras o que no dude en algo tan estúpido como elegir un sabor de helado como lo hago yo.

Remordimientos (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora