Ocho: Regreso a Asgard

358 50 1
                                    

Pasaba día tras día y comenzaba a volverme loca. Había leído alguna vez que tener un proyecto ayudaba a no perder la cordura durante una crisis, así que decidí hacer un mapa estelar basándome en los libros de Frigga. Había comenzado buscando los materiales e intentando leer los libros, que estaban en noruego. De alguna manera, encontré un diccionario y este me ayudaba a leer el libro lentamente. Cada día lograba dibujar un poco del mapa y eso me distraía de cualquier otra cosa. Cuando me desesperaba, intentaba entrenar con lo que Loki me había enseñado, pero no se sentía igual.

Todo iba relativamente bien, hasta que me desperté un día y vi todas las cosas a mi alrededor caer al suelo mientras yo saltaba de la cama asustada. Miré la habitación confundida y recogí todo. Jamás había sucedido algo así, nunca había tenido ese nivel de descontrol. Parte de mí se preocupó y fue ese mismo miedo que logró quitarme el sueño por las noches. Temía despertar un día levitando por lo más alto de la habitación y caer sin control junto con todas las cosas y muebles de ahí. Pensaba que lo más probable era que estaba usando mucho mis poderes, por lo que decidí dejar de entrenar hasta qué Loki regresara.

A veces también pensaba que me pasaba eso porque él no estaba y me sentía muy sola. Sin embargo, darme cuenta de que quizás ya dependía de alguien que no fuera yo misma me hacía sentir muy vulnerable. Toda mi vida había intentado ser totalmente independiente y odiaba solo pensar en depender de él. Nada dura para siempre, por lo que me aterraba que se fuera y algo malo me pasara. Al octavo día de su partida, terminé el mapa y decidí revisarlo para corregirlo. Hice ecuaciones, cálculos y releí cada capítulo durante aquél día. Comenzaba a ver en sol sentada sobre la sala de Frigga, lo que significaba que serían las siete. Suspiré y salí del salón para ponerme la pijama y dejar que la comida apareciera sobre la mesa. Me estiraba mientras cruzaba el umbral cuando escuché pasos. Eran sus pasos. Me quedé quieta escuchando para verificar que era él, pero cuando me dispuse a correr al baño, lo vi entrar.

Odín cerró la puerta y se comenzó a transformar lentamente. Poco a poco vi su traje raído y lleno de tierra con un poco de sangre. Por fin vi su rostro, lleno de golpes y sangre. Corrí hacia él y se dejó caer sobre mí. Con mis poderes lo cargué y lo puse sobre la cama. Sus ojos miraban la habitación perdidamente y comencé a tocarle el rostro para checar su temperatura. Comenzó a señalar una esquina con la mirada preocupada.

—¿Qué necesitas?— le dije mientras le arrancaba la parte superior de su traje.

—Elixir— susurró débilmente y volteé a ver dónde señalaba.

Me levanté y lo traje hasta mí con mis poderes. Suspiré y lo abrí. Loki lo agarró y le dio un trago. Comenzó a gritar y gruñir cerrando los ojos fuertemente y vi cómo sus heridas se iban curando lentamente. Le sostuve la mano mientras gritaba y al final se quedó dormido. Tragué saliva y me di cuenta de que yo estaba llorando. Me quité las lágrimas de las mejillas y con mis poderes lo metí en la cama. Me senté a su lado en la cama, mirándolo. Parte de mí no podía creer que al fin lo tuviera a mi lado, pero por otra parte no dejaba de pensar en qué le había pasado. Sus heridas eran horribles, su rostro se veía más delgado y tenía unas fuertes ojeras.

De vez en cuando dejaba de moverse y checaba su respiración para ver si seguía vivo. Lloraba en silencio, pensando en que de verdad pudo haber muerto. Pudo haber muerto y yo jamás me hubiera enterado. Me hubiera quedado encerrada durante meses, quizás hubiera muerto. Ni siquiera me hubiera podido despedir. Sin darme cuenta, comenzó a amanecer y una vez más el sol pegó el rostro de Loki. Me quedé mirando el polvo que se hacía notar por la luz y que pasaba lentamente. De repente Loki se movió y se quedó mirándome. Lo mire inexpresiva y frunció el ceño.

—¿Lloras?— preguntó preocupado mientras se sentaba sobre la cama y me quité las lágrimas. Algo me hizo enfurecer de repente.

—¿En qué demonios estabas pensando?— dije casi gritando —Pudiste haber muerto— mis manos comenzaron a temblar. Me miró confundido y me tomó de la mano —Por todos los dioses— quité mi mano desesperada y hundí mi rostro entre mis manos, que seguían temblando.

The Tenderness Behind the FlowerWhere stories live. Discover now