Diecinueve: Dos a la izquierda y tres a la derecha

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          Yo jamás fui una corredora experta. A pesar de que intentaba hacer ejercicio, siempre fui frágil y debilucha. Mi condición física no era mejor que la de una señora de sesenta años. Me gustaba pensar que era porque no lo intentaba demasiado, pero después de Xandar, ya no me sentía así. Mis poderes me habían otorgado toda la energía que le faltaba a mi cuerpo y mientras corríamos, me di cuenta de que no me estaba cansando.

           Loki me llevaba ventaja. Mientras lo miraba, vi que su rostro mostraba mucha preocupación y jamás me había dado cuenta de lo mucho que le importaba Asgard. Parte de mí jamás había creído que le importara alguien que no fuera él mismo y a veces yo. Asgard era su hogar y las personas que vivían ahí estaban a su cargo a pesar de que ellos no lo supieran. Realmente le importaba que algo le sucediera a su hogar y eso era lo más importante.

         Llegamos hasta el Bifrost, que brillaba y daba vueltas. Comenzamos a caminar dentro, cuando escuchamos ruidos de ambos lados y al instante nos pusimos espalda contra espalda con las manos en alto y nuestros poderes listos. Pegado al lado izquierdo de la habitación había un ser corpulento y alto. Su cabeza era enana y su piel parecía como de lagarto. Llevaba una especie de hacha en las manos y me apuntaba con ella. Del otro lado había un hombre todavía más feo. Era alto, delgado, sin pelo ni nariz. Llevaba una especie de traje combinado con una larga túnica. Su piel era grisácea y su cara era alargada y plana. Si no fuera por lo nerviosa que estaba, me hubiera reído por el parecido que tenía con Voldemort.

—Loki Laufeyson— dijo el hombre sin nariz.

           Quise voltear a ver a Loki por la confusión, pero no debía de delatarlo. Fuera quien fuera, Voldemort sabía que el Odín que tenía frente a él no era Loki. Claro que cuando lo pensé, era muy obvio. Odín jamás hubiera cruzado ese puente ni ningún otro corriendo. Él era un hombre viejo, que apenas lograba salir de su palacio y que ni siquiera tenía poderes de color verde. 

—Ebony Maw— se enderezó y se convirtió en él mismo. Quise golpearlo, fingir que era Odín aún servía de cuartada para imponer más miedo —Sigues siendo horrendo.

—¡Escúchame hijo de Laufey!— gritó enfadado —He venido por la gema que el Gran Titán te ha dado en tu búsqueda por adueñarte de la Tierra y ya que no has logrado tu cometido, tienes que devolverla— hablaba como predicador, pero sus ojos vagaron hasta dar conmigo. 

           Me observó detenidamente, llevando su mirada hasta los poderes que emanaban de mis manos. Yo solo podía pensar en todo lo que Loki me había contado sobre las personas que lo habían ayudado a invadir Nueva York. Me había advertido miles de veces y ahí estábamos, parados frente a ellos.

—Esa gema fue arrebatada de mis manos, ya no la tengo— dijo riendo, pero Ebony Maw lo miró aún mas enfadado.

—En ese caso, pagarás por ella con tu vida y la de esta mortal— al instante alzó una mano y el otro ser se abalanzó hacia mi con su hacha en las manos.

          Giré las muñecas y las estiré, haciendo que se estrellara contra la pared detrás suyo. Escuchaba como Loki luchaba por su vida, pero no estaba dispuesta a quitarle los ojos de encima a la otra criatura. Me lanzó la hacha sin previo aviso, que esquivé dando un salto hacia un lado. Caí dando un marometa y al incorporarme detuve un golpe con mis poderes mientras me concentraba para teletransportarme detrás suyo.

—¡Es una bruja!— gritó Ebony mientras el monstruo se giraba para volver a atacarme. Miré por un segundo a Loki, que le lanzaba dagas mientras este las esquivaba haciendo movimientos con sus manos. Voldemort era telequinético y Loki no tenía mucho con que defenderse. 

The Tenderness Behind the FlowerOnde histórias criam vida. Descubra agora