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FINAL

• Jessica Allen •

Un incómodo silencio se mantuvo entre nosotros.

—¿Qué sucede, Thomas?—pregunté de nuevo.

Se pasa las manos por la cabeza y resopla con fuerza. Al parecer está intentando pensar en las palabras correctas para decir algo, lo cual me asusta.

—Tengo que tomar mi puesto en la empresa familiar lo antes posible.—dice al fin—Firme un contrato... en el cual dice que empiezo las prácticas en verano, y al finalizar, empiezo con un periodo de tres años de empleo.

silencio incómodo.

Bueno, no estaba muy enterada del tema pero esta noticia me deja un poco perpleja. ¿Tan rápido?

—Oye—me aclaro la garganta y tomo sus manos en un fuerte agarre por encima de la mesa—Eso... está bien. No tendremos mucho tiempo para nosotros pero, me alegro por ti.—le muestro una sonrisa floja.

Lo veo mirando y analizando todo de mi. Sus ojos se detienen en mis labios, nariz, ojos... detallando nuestro caluroso apretón de manos y desvía la atención de mi, pensativo.

—Jessica—arrastra cada letra de mi nombre, y debo admitir que su tono de voz fue amargo y escalofriante.

—Hay algo más, supongo.—Tomo su misma actitud, en forma defensiva.

—Me iré. De aquí, de mi casa, de este lugar.

Siento como esa información se niega a entrar en mi cabeza, y poco a poco intento analizar sus palabras.

Si él se va... nosotros...

No, esto es una broma.

—¿Cómo que te irás?—digo en un susurro, asimilando todo.

—Cuando termine el instituto. Me iré y empezaré de inmediato mis prácticas en el hotel principal, lejos de aquí.

Lo miro con incredulidad y veo que su expresión no demuestra ni el más mínimo de angustia, miedo, tristeza... Porque justo esos sentimientos me están invadiendo.

—¿Te iras?—vuelvo a decir con un tono bajo.

—Ya está hecho—dice con voz firme—Y lo mejor para ambos es que lo dejemos aquí.

Esas palabras me pegan como una gran bofetada y los recuerdos bien a mi:
Los besos robados. Nuestras escapadas por la ventana. Sus regalos. Sus comentarios sarcásticos. Sus hoyuelos al reír. Nosotros montando Skate. Nosotros escuchando miles de canciones y mandándonos indirectas muy sutiles mutuamente. Nuestro primer te quiero, y, por lo menos, mi primera vez...

Niego con la cabeza al sentir la falta de aire y el hormigueo de mis manos dándome una sensación molesta. Solo pido continuamente que no suceda, un ataque a estas alturas sería algo malo, muy malo. Así que desvío mi vista y lo veo a él, ahí. Verlo tan cerca y saber que me esta dejando, me entristece.

—Dirás que es lo mejor para ti—lo encaro.

—Es lo mejor para ambos.

ÉL Y YO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora