¡Esto es Ping Pong al rojo vivo!

43 4 1
                                    

Rosie se puso de pie sola, los ojos cerrados, revelando los efectos del "Rompehuesos" empleado por Quentin.

Sangre brotaba lentamente de su ahora nariz craquelada, manchando no solo sus labios sino que haciendo un río Jordán que le entintaba el blanco de su remerita. Producto de la caída no tenía solo un ojo morado sino también una mejilla, el azul resaltando más en esta que en la otra.

La pobre herida de su rodilla había vuelto abrirse.

Lo más sorprendente era su cabello, que ahora sin el volumen que provocaba aquella cámara que estuvo encerrada entre mechones, tenía un liso y un largo que no rememoraba en lo absoluto un balón de rugby, como antes bien señaló Aimé.

—. ¡¡Llamen a un doctor!!

—. Pero si aquí no hay...

—. ¿Por qué crees que pido que llamen a uno?

—. Mi papá tiene un doctorado en letras, ¿Sirve?

—. Semejante padre y saliste así, Langford, menudo desperdicio...

—. ¿¡Quieren ustedes preocuparse por Rosie!? —. Saltó Doug, indignado, ni temiendo a las consecuencias siendo un novato. Se giró nuevamente a su amiga—. ¿Hay alguna parte donde no te duela?

—. ¿Hm? Ah, ¿Lo dices por esto? No duele casi nada. Jade me dejaba peor en los amistosos que nos mandábamos—. Caminaba tan lento que más de uno pensó que mentía. Solo alguien creyó cada palabra, hablando a continuación.

—. Vaya, sigues con vida, menos mal~

—...

—. Aish, ¿Por qué no me miras, bombón? Dijiste que te jodía destruyera paletas, ¡Asi que en está ocasión no lo hice! De nada, JAJA.

Rosie abrió los ojos, una nueva aura rodeándola está vez. Donde antes había un adorable par de brillantes ojos violetas ahora había dos ojos de gato, purpuras y opacas como el día en que La Tierra oscurecerá para siempre.

—. Gracias por respetar mis deseos, Quentin, eres un chico muy amable.

—. ¿¡Hablas en serio, loca!? —. Gritó Bailong—. ¡Mírate nomás, deberías pensar en iniciar acciones legales!

—. No haré tal cosa, esto es mi culpa—. Todos guardaron silencio, impresionados de lo fuerte que hablaba—. Te recriminé haberme subestimado, y al final termine haciendo lo mismo. Ahora que sé esto, en verdad quiero tener una ronda donde ninguno de los dos se contenga. Quiero un desempate.

—. Guapa, ya te dije, nuestra primera vez fue solo un amisto-

Interrumpido por una ráfaga de viento que le pasó por la cara, a Quentin le tomó más de dos segundos tocarse el rostro para comprobar que sangraba por una delgada herida. Mirando al suelo, notó la pelotita de ping pong.

Esa chiquilla le mandó una advertencia. Y Quentin Cinquedea no se achicaba ante las mismas.

—. Muy bien, jugaremos porque yo decido que vamos a jugar. Estás a tiempo de retirarte, hoy ando de humor generoso.

Doug aprovechó esa señal. Y es que tenía que ser una, ¡No podía desperdiciarla!

—. Rosie, déjalo en empate y retírate—. Susurraba—. Tenemos que detener ese sangrado y sacarte de acá cuanto antes.

—. No.

—. ¿Qué hay de tu Virtuoso?

—. ¿Qué con él? —. Rosie le sostuvo la mirada un rato hasta que Doug la esquivó hecho una bola de nervios. En cuanto supo que su intención se posaba en agarrar la paleta, le habló directo a Quentin—. Quisiera un uno a uno.

¿¡Rosie es una Imperial!?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora