- extra no. 6

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Ahora que lo pensaba, jamás se había subido a un helicóptero. Se sentía extraño, pero estando con Jungkook sabía que estaba segura.

Ella lo buscó con la vista, para corroborar -inconscientemente- de que estaba ahí a su lado, él ya estaba mirándole de regreso; le sonrió y asintió sin apartar ni romper la conexión de su mirada, haciéndole sentir que todo estaría bien. El brazo de Jeon apegó más a la chica contra su cuerpo, el calor que emanaba era su bote cuando sentía que andaba por los mares de angustia y en las aguas de la soledad, él era su rescate.

Durante el viaje Jungkook le señalaba lugares hermosos, las nubes y algunos lagos. Casi como si no hubieran zombies corriendo debajo de ellos. No duraron mucho en el aire, antes de bajar, los dos jóvenes miraron su destino. Era algo muy similar a un albergue.

Las autoridades indicaron que era seguro estar ahí, lo más probable fue que habían notado la mirada confusa y expresión inquieta de ambos. Pasaron por un pasillo largo, llegando a un jardín con pinta de ser un área común y recreativa. Había mucha gente, parecían felices, aliviados; abrazados a sus familias, riendo, tomando agua caliente. Por una parte, así se sentía Yong, pero por otra, tenía el sentimiento de que algo le faltaba, pues ni sus amigos ni sus padres estaban con ella... ¿O sí?

—¡Kim YongSun! ¡Aquí!— Pudo jurar que su corazón sanó de toda la incertidumbre, todo el dolor, los tiempos difíciles que vivió, todo gracias a una voz que ansiaba por oír. La reconoció al instante, no lo dudó ni un segundo.

Buscó entre la multitud y corrió hacia Namjoon quien ya se acercaba a ella. Lo abrazó más fuerte que nunca. Mientras lo abrazaba, podía sentir la presencia de sus demás amigos, los apretujó a todos en conjunto, empapándolos con su cariño lacrimógeno.

Esa tarde todos se reunieron con sus padres, gozaron de una cena de verdad y no una "cena" como las que tenían estando en el campamento: latas de atún y botellas de agua. A Yongsun, en especial, le parecía increíble y un milagro que todos sus seres queridos se encontrasen en tan buenas condiciones, a su lado. Las mortificaciones ya estaban menguando, dejando puramente la felicidad y dicha del momento.

[...]

—Conque él es el famosísimo Jeon Jungkook, mucho gusto. Al fin veo al muchacho del que tanto he oído hablar— mofó y estrechó firmemente la mano temblorosa del chico. Era el primer día de su estadía en el albergue y Jungkook ya estaba sudando a tan tempranas horas. Ya hasta el hambre mañanero se le había escapado, aterrorizado.

—¡Papá! No era necesario mencionar eso.

—Está bien— rió leve —El gusto es mío, señor Kim, encantado.

Era fascinante ver aquella escena; simplemente tan perfecta. El haber sido más que deseada por Yongsun la hacía el doble de especial.

Era su primer encuentro, y el padre a la par de su mamá, junto a la abuela de la chica, ya estaban acaparando y saturando el espacio vital de Jungkook con preguntas tan comprometedoras como incómodas y apresuradas.

Para Yongsun era obvio el estado nervioso del joven, pero a él parecía no importarle mucho, pues respondía a todas sus preguntas cotillas. Con el pasar de las horas, las risas y las anécdotas de cuando Sun y Namjoon eran más pequeños, todo sentimiento rígido y taciturno se desvaneció como la comida en sus platos.

—Me ha encantado conocerte, Jungkook, eres un muchacho muy guapo y educado. Me alegra que al fin te dieras la oportunidad de conocer a mi Yongsun. Verás que ella te ofrece un amor único y puro— Su madre no podía estar más en lo correcto. Todo este tiempo era lo que siempre le ofreció, a pesar de que él nunca se lo pidió. Aunado a que su amor era conforme y se caracterizaba por amar tal y como era todo lo que tuviese relación con aquel pelinegro.

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