XXVII

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Apenas nací, nadie imaginó que vendría al mundo con una enfermedad. Y una un poco grave. —Esbozó una sonrisa. No fue hasta cuando cumplí ocho años que sentí una presión horrible en el pecho y... poco a poco, vi como todo iba desapareciendo. Cuando desperté, estaba internada en la clínica y allí supe que me había desmayado. Observé a mis padres a lo lejos, conversando con el doctor pero... mi madre lloraba y lloraba.

Jay tomó sus manos apenas escuchó titubear su voz. Quería hacerle saber que él estaba allí, prestando atención. Estaba allí para ella. Soo Young apretó el agarre de ambas manos y lo miró a los ojos, evitando llorar.

Mis padres entraron a la habitación y, pues... —Se aclaró un poco la garganta. Me dijeron que sufro de insuficiencia cardíaca, Jay.

El chico tragó en seco.

Abrazó muy fuerte a la chica. No podía permitirse mostrarse débil si quería brindarle seguridad, mucho menos ante aquella noticia. Sentía las manos de ella temblar y las intentó cubrir con la manta que tenían al lado, de un momento a otro, ambas se volvieron muy frías. Su chica estaba sufriendo, y no sabía que hacer para poder evitarlo.

La coreana suspiró y continuó.

—A partir de ese momento, empecé a tener latidos anormales y algo apresurados, después me explicaron que era debido a la arritmia que heredé de mi abuela y pues... mi vida ya no volvió a ser la misma de antes. Mis padres desde pequeña me llevaron a varios médicos, ingería varias medicinas, mis chequeos constantes, el llevar una alimentación especial para controlar mi peso sumado a un plan de ejercicios para mantenerme, ya sabes, activa. Todo eso lo viví durante todos estos años y yo... ya estaba cansada, Jay. —La voz de la chica se empezó a quebrar. Ya no aguantaba, quería vivir mi vida con normalidad como los demás, siempre he tenido muchas restricciones "no hagas esto, Soo Young" "¿por qué comiste esto?" "aquí tenemos nuevos medicamentos, no te olvides de tomarlos" eran frases cotidianas en mi día a día que ya odiaba escuchar. Ante mis constantes actitudes "rebeldes", por llamarlas así, mis padres me empezaron a tratar mal y diciendo que si no lo hacía yo igual me iba a morir. Esas palabras de ellos me hacían sentir muy mal. Parece que... mi corazón tampoco era fuerte en ese sentido, Jay.

¡Dios, Dios, Dios! ¿Acaso la chica que tanto amaba había sufrido tanto dolor? ¿Por qué diablos no se pudieron conocer antes y así, evitarle todas esas experiencias? El rostro del estadounidense se fue tensando poco a poco, él no deseaba que las lágrimas salieran, lágrimas de impotencia. Soo Young es una chica tan cálida y alegre que simplemente, no merecía todo lo malo que había vivido. Y ni hablar de sus padres, ¿Qué clase de adultos le hablan de tal manera a su propia hija enferma? Se imaginaba cuantas veces la coreana habría pensado en rendirse, en dejarlo todo para ya no seguir viviendo en aquel infierno. Controlando sus ganas de llorar, le habló a la chica.

¿Y cómo... llegaste aquí, linda?

Verás, yo ya estaba cansada de mi vida, muchas veces pensé en... ya sabes, de igual manera me esperaría el mismo destino. Pero mi tío, me rescató. Sonrió entre lágrimas. Él sabía acerca de todo por lo que yo pasaba, siempre le enviaba cartas contándole. Y simplemente un día lo ví afuera de mi ventana, estaba con su uniforme del ejército y me susurró: "Vámonos, Soo Young. Te llevaré a casa, pequeña". En este punto, ambos se encontraban llorado, no pudiendo aguantar más. —Y no lo pensé, simplemente salté y me fuí con él, a comenzar por fin mi vida. Aunque claro, mi tío me hizo prometer seguir tomando mis pastillas y con respecto a mis padres pues... no me preguntaron el porqué me fui. Pero así es mejor, ¿sabes?

Colors for you | Park JayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora