Regla 12: Si te rechaza, mándala a volar.

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Aquella tarde pasó en un santiamén y la noche por fin había llegado, ni que decir que me pasé toda la tarde tratando de evitar que Adele se acercara a alguien de mi familia, por supuesto, se acercó y habló con muchos de ellos, pero nunca mencionó lo que había escuchado en la costa, gracias a Dios. Aun así no me fiaba de ella, sabía que en cualquier momento soltaría su veneno con mi madre, ya que ellas nunca se habían llevado bien en el pasado, si ahora estaba aquí es porque mi hermana Roma es muy amiga de ella y la invitó.

Mi cuñado había organizado una cena de parejas en un restaurante de la zona. Y por supuesto Adele también asistió. La cena fue agradable hasta cierto punto, bebimos un poco de vino, cenamos algo exótico de la isla, nos reímos y la pasamos bien.

—Lo he pasado en grande, lástima que en esta mesa hayan tantas personas mentirosas. Se supone que esto es una cena de parejas, pero aquí hay dos que no lo son de verdad —indagó Adele con sorna.

Yo la miré molesto, le hice señas para que se callara y lo hizo, pero solo unos segundos.

— ¿De qué hablas Adele? —preguntó Hanna.

—No le hagan caso, está tomada —justifiqué enseguida mientras me levantaba de mi silla para agarrar a Adele del brazo y llevarla a otro sitio apartado.

— ¡Suéltame, Ian! —espetó ella tambaleándose en el proceso.

—Vamos, te llevo a tomar un poco de aire así refrescas esa cabecita loca —propuse haciéndome el buen ex marido.

Adele se quitó el pañuelo que llevaba en su vestido para no mancharse y se encaminó conmigo hasta la salida del restaurante. Cuando llegamos la zarandeé un poco para que recapacitara de lo que intentaba hacer.

— ¿Qué pretendes? —le pregunté enojado.

—Nada, tu familia se merece saber la verdad.

—No seas ingenua, Adele, esto lo hago por ellos, no por mí. Además eso es cosa mía y a ti no te incumbe.

—Como quiera se los voy a contar —salió de mi camino para volver a su sitio en la mesa.

Quince minutos después ya habíamos regresado a la casa, por suerte para nosotros Adele volvió a su hotel y nos dejó en paz por esa noche. Por otra parte Ellie se notaba extraña, desde que habíamos vuelto del restaurante estaba rara, ni siquiera me miraba a la cara y mucho menos intercambiaba palabras conmigo. La di por incorregible cuando se acostó a dormir y ni caso me hizo. Como no tenía ni gota de sueño, bajé a prepararme un zumo de naranja a la cocina y me topé con que mis hermanas estaban en la sala reunidas con sus respectivos maridos. Estaban riendo y haciendo cuentos de nuestra infancia, decidí unirme a ellos.

—Oh, Ian, ¿quieres un mojito? —me ofreció Julianna cuando me vio entrar al salón.

—No, gracias, ya tengo zumo de naranja —levanté mi vaso para enseñarles. Me senté al lado de Jimmy, el esposo de Roma.

—Estábamos hablando de nuestra infancia, que tiempos aquello —dice Hanna con nostalgia —. Por cierto ¿y Ellie? —miró a su alrededor extrañada de no verla cerca de mí.

—Ya está dormida, estaba muy cansada y preferí dejarla descansar —apunté deprisa.

—Ian, Ellie es fantástica, mucho mejor que la indeseable de Adele —mi hermana hizo un gesto con los ojos muy gracioso que hizo que en mi rostro se dibujara una sonrisa —. ¿Verdad? —les preguntó a los demás presente. Todos asintieron, y todos conocían muy bien a Adele.

—Tengo que confesar que ninguna de nosotras nos esperábamos que tu novia fuera así como Ellie —confesó Roma.

— ¿Qué? ¿Cómo se la imaginaron? —pregunté sonriente porque la verdad me intrigaba un montón saber que pensaban.

13 Reglas para enamorar a tu Crush (Un Crush y varias reglas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora