Capitulo 1: Prologo

57.4K 2.3K 924
                                    

Nota:la historia fue actualizada y mejorada por eso algunos de los diálogos o escenas ya no son las mismas para las personas que releen la historia.




La noche caía fría sobre la ciudad de Berlan. Era pleno invierno, y eso significaba viento helado, calles cubiertas por una fina capa de escarcha, y árboles que crujían al ritmo del aire.

Desde mi asiento en la cafetería, observaba cómo una rama golpeaba contra el cristal por culpa del viento. Me gustaba ver a la gente pasar, cada uno con su historia, algunos caminando con prisa, otros simplemente esperando... no sabía bien qué, pero esperando.

La chica de la barra me entregó la taza de café con una sonrisa amable.

—Muchas gracias —le dije, y ella asintió antes de desaparecer tras la barra.

La campana sobre la puerta sonó. Al fondo, se oyó la voz de la encargada saludando a alguien que no respondió.

Di un sorbo a mi bebida justo cuando sentí una presencia detrás de mí.

—Hola, Hanna.

Me giré apenas por encima del hombro. Era Ciara. Mi mejor amiga. Se quitaba con desgano la bufanda azul marino que traía enredada al cuello.

—Hola, Ciara —le respondí con una sonrisa suave.

Se quitó el abrigo y lo colgó en el respaldo de la silla antes de sentarse frente a mí. Me estudió por unos segundos, y luego alzó la mano para llamar a la mesera. Ésta vino rápidamente, con una sonrisa que parecía demasiado grande para tan poco entusiasmo.

—Lo mismo que ella, por favor —dijo, señalando mi taza.

Café negro. Sin azúcar, sin leche. Lo único que podía mantenerme despierta y con los pies en la tierra.

—Enseguida —dijo la mesera antes de retirarse.

Mis ojos se pasearon por cada rincón del lugar. Sentía la mirada de Ciara fija en mí, esperando que por fin dijera algo. Sus dedos tamborileaban contra sus mejillas, impacientes.

—Y bien... —ladeó la cabeza—. ¿Para qué me citaste en esta gloriosa reunión?

Reí por lo bajo, casi sin ganas. La conocía demasiado bien: el silencio la desesperaba.

—Hay algo importante que necesito contarte —dije, bajando la mirada hacia el vapor que salía de mi taza.

—¿Sobre?

—Nosotras... —murmuré, apenas audible.

Ciara se dejó caer contra el respaldo de la silla, harta. Y tenía razón. Llevaba días evitándola, insinuando que necesitábamos hablar pero sin atreverme a decirlo del todo.

Lo siento, Ciara. Lo siento.

—Hanna, por favor —suspiró con frustración—. Ya basta con este jueguito. Me tienes harta.

Cerré los ojos por un momento. ¿Por qué tenía que ser yo quien le dijera esto? ¿Por qué ahora? Sabía que podía ser el final de nuestra amistad... o el principio de algo que ninguna de las dos entendía todavía.

—Sabes qué... —dijo, poniéndose de pie y tomando sus cosas—. Cuando tengas ganas de hablar como una adulta, me llamas.

Se giró hacia la puerta, pero me levanté rápidamente y tomé su brazo para detenerla.

—Nuestros padres firmaron un contrato —solté.

Ella se quedó quieta. Luego, lentamente, volvió a sentarse frente a mí.

—¿Un contrato? —asentí—. ¿Y qué tiene que ver eso con nosotras?

Tomé aire justo cuando la mesera apareció con su café.

Anillos y mentiras © Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum