Capítulo 18

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Sus manos permanecían heladas como si afuera de aquel carruaje un viento recio soplara bajo la humedad de una lluvia torrencial, aunque en realidad el sol de la tarde veraniega se escondía entre las arboledas del camino y aún percibía bajo los ray...

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Sus manos permanecían heladas como si afuera de aquel carruaje un viento recio soplara bajo la humedad de una lluvia torrencial, aunque en realidad el sol de la tarde veraniega se escondía entre las arboledas del camino y aún percibía bajo los rayos que se escurrían por el cristal, las diminutas partículas de polvo sobrevolando el lugar.

El zarandeo constante sumado al silencio de John, acrecentaba el malestar que parecía haberse convertido en un nudo apretado, instalado precisamente en el centro de su pecho.

Su tía Anne llevaba el ceño apretado, pero de alguna manera parecía estirar sus comisuras en una sonrisa constante que acusaba a la distancia el placer que le producía que finalmente consumara el matrimonio, no importaba con quien, aunque en realidad se había empeñado al menos dos horas en cuestionarle a John por qué desconocía el número de ingreso anual de las arcas de Drake. ¿Acaso importaba? Nada en absoluto.

Su vida había sido una constante sucesión de pérdidas. Su identidad, su padre, su libertad, su prometido, su poder de decisión y ahora su vida completa. Apretó con sus manos aquella realidad y sus nudillos blancos sólo percibieron alivio al tacto de la mano de John sobre la suya.

Levantó la mirada y encontró sus ojos amables y aquella sonrisa tierna.

— ¿Estás bien?

—Un poco nerviosa... —musitó y sus labios se estiraron en lo que simulaba una sonrisa.

El camino continuó en silencio, ella lamentando su suerte y con aquel temor profundo por lo que vendría después; él cuestionándose una vez más el no haber sabido antes el nombre de la maldita mujer, pues se hubiera ahorrado bastantes problemas que ahora lo aquejaban.

Cuando el carruaje finalmente se detuvo frente a la capilla, corrió el cortinado del cristal y a través del velo blanco que cubría su rostro, tragó nerviosa sintiendo lástima de sí misma. La entrada estaba vacía y sólo precedía el gran pórtico de madera antigua, una enredadera repleta de flores rosadas. Sus piernas avanzaban temblorosas mientras oía el viejo pianoforte resonando al final del recinto y a los costados de aquel pasillo que parecía eterno, sólo distinguió el rostro de aquella anciana junto a dos hombres más. A su izquierda su tía Anne que sonreía feliz y a su lado Jane junto a Walter. Su corazón se estrujó deshecho y repasó la figura del hombre que amaba que con el rostro tan apesadumbrado como el propio, permanecía de pie junto a la sanguijuela sin cabello.

Deseaba huir o ser rescatada antes de cometer aquella locura, pero el rostro esperanzado de Brooke y la voz suave de John susurrando a su oído que debía avanzar, le recordaron que ya no había nada por hacer.

El pianoforte continuaba dando aquellas notas desafinadas en un ambiente que parecía sumergirla en oscuridad a cada paso que avanzaba y sólo quedaba apaciguar el dolor de su estómago y recordarle que aquel hombre que esperaba por ella en el altar, sería su esposo y a él le pertenecería para siempre.

ANTE TI, SOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora