Parte 2

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Pasaron los años, y ese deseo se esfumó de mi cabeza, como el humo de la chimenea desaparece entre el aire mientras se va alejando.

Durante esos tres años que pasaron, en los cuales cursaba mis primeros años de escuela. Un día un rumor recorrió cada pared, aula, y rincón de la escuela. Una maestra de inglés que le daba a 4to y 5to grado les había puesto pañales a sus estudiantes, ya que no toleraba que estos fueran al baño durante su hora.

Me puse a investigar, y cuando salgo al patio del recreo, con un grupo de compañeros, vimos a un alumno con un pañal en la mano, y nos dirigimos hacia él y le dije: -¿Y eso?-.

-Es que la Miss Gaby no nos deja ir al baño durante su hora, entonces nos da pañales-. Dijo sin un poco de vergüenza.

Mientras que nosotros asentábamos con la cabeza, acto seguido y sin permiso comenzamos a tocar y a palpar el desechable, apenas mis dedos rozaron la superficie de este, un sentimiento que llevaba dormido en mi volvió a despertar. -¡Que extraño se siente!-. Exclamó una amiga.

Lo seguí manoseando, luego dije: -Que rara textura, pero se siente agradable, se siente bien-.

En eso la profesora lo llamo para que volviera a clases, y yo mirando al piso le dije resignado y con mi cara empapada de vergüenza, pero estaba dispuesto a hacer lo posible por conseguir uno, entonces dije: -Oye, regálamelo-. Tenía miedo a que me molesten por lo que había dicho, pero por suerte o nadie de mis compañeros oyó o simplemente no prestaron atención a lo que dije.

-¡Quee!-. Exclamó extrañado, quizá pensaba que era broma, pero le reiteré mi deseo de adjudicármelo, a lo que respondió: -No puedo, es que luego la profesora me reta-. Dijo mientras caminaba dirigiéndose a la maestra.

Supuse, que, si los hacían usar pañales a ellos, estos luego de clases debían irlos a botar a algún lado, el cual deduje que sería el baño. Así que desde ahí en adelante cada recreo iba al baño, y me tomaba la molestia de revisar cada basurero en busca de mi tan ansiado tesoro. Lastimosamente nunca tuve éxito en mi búsqueda.

Pasaron los días como si fueran segundos, yo usualmente siempre iba al baño de los niños del preescolar, no a buscar pañales, sino que simplemente a hacer mis necesidades, ya que eran los más limpios y mejor cuidados. Un día por casualidad voy y al acercarme a este escucho un llanto de un infante, cuando abro la puerta, estaba este encima de un estante y en frente estaba una maestra, no pude observar mucho, ya que acto seguido la profesora que estaba ahí, me dijo por medio de un grito que no podía entrar y que debía esperar afuera.

Para mí era obvio lo que estaba pasando ahí, le estaban haciendo un cambio. Esperé inmemorables minutos que pasaron como horas. Hasta que se abrió la puerta y salieron ambos. Entré y fui cubículo por cubículo, revisando detalladamente cada uno de los tachos de basura.

Hasta que abrí uno y lo vi, en el fondo de este, hecho bola. Mi corazón comenzó a latir más y más deprisa, mis manos me comenzaron a temblar, me armé de valor y metí la mano sacándolo del tacho. Baje la tapa del escusado para poder apoyarme en él. Me baje el pantalón y mi calzoncillo.

Abrí el pañal desplegando las tiras que producían un dulce sonido. Al abrirlo mi primera reacción fue de asco, estaba muy sucio ese pañal, el excremento se había esparcido por todos lados, valoré y pensé cuando volvería a tener tal oportunidad de volver a usar pañales.

Apoyé el pañal que se encontraba desplegado, poniéndolo sobre la tapa del inodoro. Respiré profundo y me senté sobre él, sin pensar nada abroché las cintas hasta ponérmelo como es debido. Una experiencia inolvidable, aunque en lo personal, nada asquerosa. Sentía un agradable bulto frío en mi trasero, que no estaba localizado en un solo lugar, ya que había sido aplastado previamente.

Se me ocurrió mojarlo más, porque este ya estaba usado y tenía miedo de que se desbordara, así que nomas me lo deje puesto, hasta que el recreo se acabó, me lo quite abriendo las cintas y haciéndolo un empaque nuevamente, para depositarlo en el basurero.

Luego vi mi situación, era algo obvio, pero no se me ocurrió en el momento, me había manchado con el pañal y ahora tenía mis partes sucias. Cogí papel y me comencé a limpiar con gran velocidad, ya que debía volver a clases o me metería en problemas. Luego de limpiar, lo que pude, ya que no quede totalmente limpio, volví a clases y mi vida siguió normal.

Había sido una de las mejores sensaciones que había experimentado hasta ese momento, así que prometí que la próxima vez me pondría uno limpio. Si la sensación al estar sucio fue sorprendente, no me quería imaginar cómo iba a serlo cuando me ponga uno limpio y yo mismo mojarlo y ensuciarlo.

Todo esto ocurrió cuando tenía 7.

Mi infancia en pañales Donde viven las historias. Descúbrelo ahora