Parte 5

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Pasaron meses sin saber o pensar sobre pañales y cosas relacionadas con eso. Solo en pensar o ver esas prendas absorbentes, que ayudan al ser humano cuando este se halla más vulnerable, me provocaba la máxima y profunda repugnancia.

Cada fin de semana cuando iba al supermercado y pasaba por los enormes y largos escaparates, que exhibían miles de marcas, con miles de diseños diferentes y de distintas tallas no me brindaba la misma sensación de antes, más bien sentía todo lo contrario. Pasaba por ahí y ya no era lo mismo de antes, ya no era como si pasara por un pasillo de largos espejos donde veía mis sueños y fantasías reflejadas.

Durante todo ese tiempo, tampoco volví a hablar con mi amigo, aquel que vivía a unas cuadras de mi casa, el mismo que tenía una hermanita que usaba pañales, y esos pañales fueron los que yo usé con tanto gozo y alegría alguna vez.

Llegaron vientos y lluvias olorosas a tiempo libre, las vacaciones acababan de llegar a mi balcón y tocar gentilmente la ventana que daba a mi habitación. Tenía tiempo para todo lo que quisiera, pero por ratos, me quedaba sin actividades que realizar, y el aburrimiento me comenzaba a invadir.

El nivel de aburrimiento llegó a elevarse tanto como la temperatura a pleno sol de medio día de verano. Entonces me puse mis zapatos de valentía y salí a la calle, caminé tres cuadras y toqué el timbre de aquella moderna casa.

Salió la nana de la casa, a la puerta, y me preguntó el motivo de mi visita, le dije que, si Milenko estaba ahí, que quería jugar con él. Me dio una señal de espera, y volvió a los pocos minutos, dejándome pasar a la casa, subí las escaleras como lo indicó ella y sobre el sofá de la sala ahí estaba él.

Nos saludamos como viejos, grandes amigos, y enseguida nos pusimos a jugar. Mientras jugábamos una pequeña, sonriente, amistosa e inquieta criatura se acerca. Era Alenka, ahora sabía hablar y caminar, me pregunto mi nombre y entablamos una muy básica conversación, mucho de lo que ella decía no le entendía, ya que no hablaba bien, como todo bebé común. Luego de un rato vino su nana quien se la llevó a su cuarto.

Dejamos de jugar, y nos pusimos a ver un partido de fútbol, ambos éramos del mismo equipo, pero me aburrí bastante rápido al respecto. Sonó una puerta cerrándose de manera estruendosa a la distancia, salió la nana de la hermana de mi amigo, y a los pocos minutos salió ella, se sentó junto conmigo en la sala y seguimos conversando, hasta que Milenko exclamó: -Hagan silencio por favor, no me dejan ver el partido el paz-.

Alenka se fue caminando en dirección a su cuarto y me hizo un ademán de "Sígueme", con la mano. Me puse de pie y la seguí hasta llegar a su cuarto, que al parecer no había cambiado nada, solo que ahora en vez de haber una cuna había una cama.

Comencé a jugar con ella ciertos juegos infantiles, que a decir verdad no me gustaban en lo más mínimo. Luego de un rato comenzó a bostezar, luego dijo que tenía sueño, a lo que yo le respondí que entonces se vaya a dormir. Me respondió moviendo la cabeza en señal de negación diciendo: -No puedo-.

-¿Por qué?-. Respondí intrigado.

-Es que si me duermo luego me hago pipi dormida, solo me puedo ir a dormir una vez que me hayan puesto mi pañal-. Dijo con cierto tono de vergüenza infantil, mientras se agarraba sus rosados cachetes.

La respuesta no era algo que me esperaba, pero la curiosidad en mi volvió a surgir. -Entonces ¿Ahora solo usas pañales para evitar mojar la cama?-. A lo que respondió de manera afirmativa.

-Que pañales usas-. Dije intrigado, algo en mi quería volver a sentir las tan placenteras experiencias, que alguna vez me llenó de gozo.

Se levantó y luego lo hice yo, me tomó de la mano mientras me guiaba hasta su baño, me aclaró: -Ojo! Que los pañales que yo uso son solo para dormir-.

-¿Entonces que estás usando ahora?-. Respondí. Ella respondiendo a mi pregunta, abrió un cajón, donde había decenas de rosados y tiernos calzones de niña, que tenían estampados de diferentes princesas de Disney, en su parte de enfrente. Asenté con la cabeza.

Con sus pequeñas y delicadas manos trató de abrir uno de los cajones que se hallaban más arriba, pero no alcanzaba. Yo infiriendo, abrí el que ella trataba de alcanzar con tanto esfuerzo, y me comenzó a decir que allí se encontraban los pañales que ella usaba para la noche.

Lo observé, era grande con estampados de un pato yéndose a dormir, lo agarré, al sentir el tan suave pañal, regresaron mis anhelos de antaño, que algún día solo fueron fantasías ociosas, pero que luego se volvieron la más hermosa de las realidades. -¿Te gustan?-. Le pregunte.

-¡¡Noooo!!-. Dijo mientras movía la cabeza en señal de negación, al mismo tiempo que movía sus manitos de un lado a otro. -Bueno o sea sí, pero no-. Se quedó un rato en silencio y protestó. -No me gustan porque las niñas grandes no usan pañales, y yo ya soy una niña grande, pero también me gustan porque son suaves y son acolchados, como si estuviera vistiendo nubes-. Me dijo.

Sin pensarlo dos veces, me arriesgué a volver a usar pañales. Cuando volvimos a jugar, le dije que iba al baño. Entre y cerré la puerta con llave. "Manos a la obra" pensé. Abrí el compartimiento donde se encontraban, haciendo un vistazo rápido, logre identificar dos tipos diferentes de pañales, uno de tiras y otro tipo braga.

Sin pensarlo mucho me decidí a probar el de tiras, lo agarré y lo examiné de manera microscópica. Era grande, y bastante gordo, tenía estampados de un pato en la parte anterior y posterior.

Sin más preámbulo proseguí a colocármelo, lo cual no fue difícil ya que no era mi primera vez. Me quedé unos momentos pensando en la increíble y gustosa sensación de llevar uno puesto, y que como era posible que pasara meses sin querer usarlos.

Mi infancia en pañales Donde viven las historias. Descúbrelo ahora