Parte 9

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Estaba parado, en un lugar seguro, mi bañera, si algo salía mal, no importaba en lo más mínimo, ya que simplemente abría la ducha y esta cual diluvio limpiaría todo rastro del experimento.

Comenzaron a asomarse las primeras gotas del cálido desecho corporal, podía sentir como este chocaba con las paredes del pañal, se deslizaban por mi pelvis, seguido por la región del perineo, una vez allí por obra de la gravedad se caía, aterrizando suavemente sobre la superficie horizontal del pañal. Se comenzó a acumular más y más, hasta que se formó un riachuelo dentro del pañal, y este fue creciendo hasta hacerse tan grande como las barreras anti-escapes del pañal.

Comencé a oír un extraño y nada familiar sonido, como gotas golpeando contra algo, cuando bajo la mirada, veo que me gotea en medio de las piernas, esto que se estaba dando, era producto de la filtración. Todo esto mientras aún no acababa de orinar.

Ahora este se salía por todos lados, haciendo un total desastre, sentía como este se deslizaba por mis muslos, bajando por obra de la gravedad a mis piernas y por último empapando mis pies, formando un charco a mi alrededor. Entonces era verdad, todo lo que había leído era verdad.

Abrí la ducha, que fue purificando todo a su paso, mientras me refrescaba. Me quité el pañal y lo boté a la basura. Me quedé un momento reflexionando. Entonces me pregunté "¿Para qué me sirven?", la respuesta que me dio mi mente fue un gran "Nada", así que mis impulsos actuaron, cogí todos los pañales de esa especie que tenía, y los boté uno por uno. Hasta que sostuve el último en mis manos, acariciándolo con las yemas de mis dedos suavemente, y admirando por última vez su bonito estampado de Buscando a Nemo.

Luego de eso, contabilicé los pañales que aún me quedaban, aún tenía por disfrutar dos pañales Pequeñín Ultraconfort Plus, es decir de los que tenían tiras. Ya casi se me acababan, tenía que volver donde Milenko para que me dé más.

Ese día decidí volver a mojar el pañal en el parque, pero esta vez lo haría de manera correcta, usando un pañal de tiras, dudaba mucho que otra vez tendría el problema.

Me puse un pañal de tiras, y salí al parque, mojé mi pañal ahí, no hubo accidente alguno, todo salió según el plan. Cuando terminé, comencé a jugar cual niño pequeño en el parque, hasta que sacié mis ganas de estar en ellos y sentirme de esa especial manera. Volví a casa, me quite el pañal haciendo lo que ahora ya eran sucesos cotidianos.

Me quedaba un pañal más, así que mañana tenía planeado ir por más. El resto del día transcurrió de manera normal. Un nuevo sol apareció por el este, iluminando con sus potentes rayos mi ventana. Me levanté, desayuné, me cambié de ropa y me puse el último pañal que tenía, por encima usaba ropa de calle.

Fui hasta la casa de mi amigo, jugamos todo normal, pero, aunque él ya sabía que me gustaban los pañales, tenía vergüenza de decirle que me de unos cuantos. Por suerte el, con lo muy observador que era, vio mi mochila y de una dedujo la razón por la cual la había traído.

Me miro y me dijo: -¿Quieres más? Porque o sino no traerías la mochila-. Ruborizado asenté con la cabeza, mientras el me señalaba con la mano que vaya. -Anda, ya sabes cómo entrar, tienes mi permiso-.

Fui al cuarto de su hermanita, entré al baño, abrí el cajón y comencé a meter una considerable cantidad de pañales en mi mochila. Esta vez no cometería el error de llevarme unos pañales de piscina, solo estaba interesado en llevarme los Pequeñín Ultraconfort Plus.

Me entraron ganas de hacer popo, me dije a mi mismo: "Pues hazte, ni modo. Traes un pañal y aquí hay muchos más para cambiarte, además si lo botas aquí nadie sospechara". Me puse en cuclillas y comencé a pujar, sin hacer poco esfuerzo comenzó a salir y a amontonarse una masa pastosa, engorrosa y viscosa.

Quería salir así sucio, pero no sería agradable para mi amigo, debido al fuerte olor que emanaba el pañal. Así que me traté de quedar el mayor tiempo posible disfrutando de dicha sensación. Nunca me senté debido que se me complicaría tres veces más cambiarme con mis heces extendidas por todas partes, más fácil era que estas solo se encontraran localizadas en un epicentro. Cogí un pañal del ropero, y desplegué el futuro pañal que usaría en el suelo.

Me acosté sobre el con una cautela impresionante, no debía sentarme por nada del mundo o si no sería peor y más difícil el cambio. Abrí el pañal desplegando las tiras, con la parte delantera de este, que solo se hallaba mojada, hice el primer barrido usando la parte delantera del pañal sucio, luego con toallas húmedas de la pequeña Alenka, me comencé a limpiar de manera muy detallada, quitando toda la suciedad que se hallaba manchando mi piel de la zona perianal.

Los pañitos húmedos que ya habían cumplido con su trabajo eran depositados en el pañal sucio. Acto seguido, de manera sencilla, con las piernas hacia arriba, removí el pañal sucio que yacía debajo de mí, lo hice rollo y lo dejé a un lado, bajé mis piernas y ahí yacía mi nuevo y limpio desechable.

Fue una muy buena estrategia poner el pañal limpio debajo del sucio, ya que al remover el sucio tendría el limpio listo para colocar, y no tendría que moverme o pararme a ver el limpio. Esa técnica la vi en internet, viendo vídeos de como cambiar pañales.

Me puse de pie. Boté el pañal sucio en la basura, y me puse pantalón, salí con una mochila llena de lo que para mí era mercancía invaluable.

El resto del día ocurrió de manera cotidiana. Al día siguiente volví a la casa de Milenko, y me hallaba jugando con él, cuando sale su hermanita y me dice. -Ya soy una niña grande-. Dijo con una gran sonrisa emocionada. Le pregunte por qué y contestó: -Adiós pañales, ya no más, ya no pipi en cama-. En ese momento recordé las sabias palabras del hermano "Alenka dentro de poco dejará de mojar la cama y le quitarán los pañales".

Para comprobar la veracidad dije: -A ver, muéstrame que ya no usas pañales-. Me tomó de la mano y me guio a su baño, una vez en este, abrí el cajón, y para sorpresa mía estaba repleto de normales, comunes y aburridas pantaletas de princesas. Para asegurarme revisé cada uno de los cajones de su cuarto. Nada, eso fue lo que encontré.

Por suerte tenía bastantes pañales guardados, que me había robado el día anterior. Pero no sabía qué haría cuando estos se me acaben, el solo hecho de pensar en eso me movía el piso como un terremoto. El resto de las vacaciones seguí jugando con Milenko, hasta que entré a clases.

Mi infancia en pañales Donde viven las historias. Descúbrelo ahora