8. Un puto cuadro

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Miriam se subió a su coche, dejando el bolso a su lado, no sin antes sacar su teléfono móvil. Era el momento de conectar el Bluetooth del coche para poner música, de la buena, en aquellos altavoces. El viaje de vuelta a casa siempre funcionaba de la misma forma para la gallega.

Pero entonces, se fijó en el pequeño símbolo que aparecía en la parte superior de su pantalla.

Eran mensajes de Mimi:

Carii...

Mi vida, podemos vernos hoy??

Necesito verte.

Ella leyó un par de veces aquellos mensajes que había enviado Mimi mientras ella trabajaba, hacía dos horas.

Y algo sonaba extraño. Y urgente.

Todo bien reinota??

Se quedó mirando la pantalla por un par de segundos, pero justo cuando fue a soltar el móvil vio los dos ticks azules y esperó respuestas:

Ha pasado algo...

Me estás asustando Mimi

Estoy bien

Estoy bien, solo... quedamos hoy??

Como y soy tuya

En aquel momento, esperaba hacerla sonreír con aquel comentario; sacarle el buen humor en aquella conversación.

Sin embargo, no recibió respuesta alguna.

Y la buena música quedó en un segundo plano en el viaje de vuelta a casa.

Miriam estuvo preocupada desde aquel momento, porque no era típico de Mimi; las formas y que no la hubiera llamado para explicarle, aunque fuera un adelanto..., y que ella también vivía los problemas de forma diferente a los demás.

A decir verdad, no se quedó tranquila hasta ver aparecer a Mimi con su coche, por su calle.

-¡Mimita!

La abrazó desde el asiento de copiloto, después de haberse subido al Renault, sintiendo que debía ser ella la que abrazara con fuerza y sentimiento aquella vez; mostrando que era lo más importante.

Y lo era.

Mimi era...

-Cariño...-Miriam se encontró de frente, y de cerca, con aquellos ojillos verdes y tristones-¿Tomamos un café y me cuentas todo?

Y fue dicho y hecho; Mimi buscó la cafetería más cercana por aquellas calles del barrio de Miriam y aparcó.

Con un café solo y otro con leche en la mesa, empezó la conversación de verdad:

-¿Por dónde empiezo?

-Por el principio, por favor-le respondió Miriam con una sonrisa de lado, pero a la vez tranquilizadora.

-Sabes que he estado quedando estos días con Alan... bueno, de hecho, llevo durmiendo tres días en su casa.

-Mmh-asintió con la cabeza, lo sabía.

La gallega removió el café con leche con cuidado, más por entretenerse con las manos que por otra cosa. Estaba intuyendo "el problema" de Mimi y empezaba a tensarse más de la cuenta, y ni siquiera había llegado a explicárselo del todo.

-Anoche... estábamos empezando a besarnos y tal, cuando... joder, tía.

-¡¿Qué te hizo ese cabronazo?!

-¡No! No hizo nada... Hacer, hacer..., no hizo na'. Bueno, es que... no sé... me puso las manos en el cuello y me empezó a presionar. A apretar...

-¡¿QUÉ?! ¿Y ESO ES NO HACER NADA?!

-Miriam, tía.

La gallega se apartó el cabello de la cara; quería matar a cierto castaño muy fuertemente. Le daba exactamente igual la gente de su alrededor, que la estuvieran mirando o lo que fuera...

-Le di un guantazo en las manos y le eché en cara que qué cojones estaba haciendo. Se disculpó y me dijo que creía que me podía ir ese rollo...

-¿Rollo de qué? ¿Ahogarte, Miriam?-Mimi se relamió los labios al escuchar su nombre de pila-. Bueno, yo que sé, a gustos, colores... ¡pero esas cosas se preguntan y no sin más! ¡No, tía, que no! ¡Qué se habla antes...!

-Ya... que me azote o tal, bueno, me pone pero eso no...

La granadina negó con la cabeza, perdida en sus palabras y pensamientos; Miriam jamás la había visto así.

-Madre mía, Mimi. Quiero matarlo-susurró más para ella misma que para su amiga.

¿Qué le podría pasar por la cabeza al chaval?

-Miriam...

-Y tú estás preocupada, no me jodas-le soltó a bocajarro.

La verdad, era que Miriam no estaba teniendo mucho tacto en aquellos momentos.

-Un poco, es un tío muy raro y no solo lo digo por esto...

-Mimi.

-Tiene frases que dan mie... bueno, no importa-comentó sin mirarla a los ojos y sin acabar la frase-. De verdad, no importa.

-¿Y por qué no le das la patada ya?

-Son solo gilipolleces. Además, no estamos saliendo tampoco.

Miriam dio un largo trago al café a pesar de que le ardió en la boca; más le estaban jodiendo las palabras de Mimi que las quemaduras en la lengua. Solo podía pensar en el historial de novios que tenía Mimi ya a sus espaldas, a cada cual peor, y el último ex bueno... No quería ni pensarlo ni nombrarlo en voz alta.

Y ahora aparecía uno con una vena sado... no, Miriam no podía estar tranquila.

-Haz lo que quieras. Es tu vida, pero eso no quita que te diga esto...-alargó la mano para entrelazar sus dedos con la rubia que tenía delante-. Estoy preocupada, Mimi, y también te digo que ese tío no me gusta... Te mereces a alguien mil veces mejor.

-No lo conoces, Miriam. Hablaste una vez con él.

-Pero te conozco a ti-le reprochó en el acto-. Y mírate.

-Soy un puto cuadro.

Justo en aquel momento, se quedaron en silencio en aquella mesa de la cafetería y Miriam se sintió peor que nunca, por como le había hablado a su amiga. Tranquilizó su respiración y tras varios sorbos al café, decidió tomar un papel más tranquilo y, sin soltar la mano de Mimi, volvió a hablar:

-Yo voy a estar aquí, siempre. Para todo lo que necesites y más. Te apoyaré hagas lo que hagas, ¿lo sabes, no?

-¿Aunque sea una tonta?

-Aunque tengas un gusto pésimo en tíos-sonrió abiertamente mostrando sus dientes-. Deberías hacerte bollera.

Y por primera vez en la tarde, ambas rubias se rieron como las dos buenas amigas que eran.

Aunque la preocupación en Miriam jamás se iba a ir de su cuerpo, al menos no por un tiempo. 

I've always liked to play (with fire) Miriam²Where stories live. Discover now