19. Nuestro viaje

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-Miriam, bonita, dime una cosa...

-Mmh-murmuró de vuelta, medio dormida en el asiento del coche y con la cabeza apoyada en la ventanilla. Ella parpadeó un par de veces ajustando la vista al paisaje y apartó un mechón de cabello que se había puesto en medio.

-Como puede ser que sea tu viaje, sea tu puente, sea tu coche... ¡Y conduzca todo el rato yo!

-Porque te gusta-Miriam soltó en un suspiro, sin inmutarse ante aquel ataque, y se colocó bien en el asiento olvidándose de la rigidez y cansancio de su cuerpo-. Porque te pones muy pesada de copiloto. Y porque te he ofrecido a cambiar hace 30, 40 y 60 km atrás... ¡Y no me haces ni caso!

Ambas rubias se miraron medio segundo en el Yaris blanco de Miriam antes de estallar en risas.

El silencio en el coche duró tan solo unos segundos; el mismo tiempo en el que la gallega estiró sus brazos sobre su cabeza, lo máximo que pudo, para intentar despertar su cuerpo. Incluso cambió de sintonía de la radio, quitando aquella balada que estaba sonando por algo más movido y rítmico.

-Gracias.

-¿Mmh? ¿Por cambiar de canción?-Mimi negó con la cabeza con diversión- ¿O por dejarte conducir?

-Por invitarme a tu casa, tonta.

-Fue idea de Noe.

Mimi siguió conduciendo con la mirada al frente, gafas de sol incluidas para evitar que la luz le fuese un incordio para los ojos.

-Pero no tenías porque hacerlo, no después de... bueno, ya sabes.

-Para eso están las mejores amigas, ¿no?

-Claro..., mejores amigas.

Miriam miró a Mimi ante aquella frase: había entendido el tono, había comprendido a la perfección la intención de la andaluza con aquella entonación. Sin embargo no supo cómo sentirse, ni mucho menos como contestar.

¿Qué pretendía que contestara?

¿Qué era cierto? ¿Qué ya no sabían ser mejores amigas?

Cualquiera que supiera su historia, tampoco lo pensaría. Nadie sabría decir a ciencia cierta lo que eran Miriam y Mimi en aquellos momentos.

La gallega bajó la vista al teléfono, que mantenía en sus piernas, y buscó el contacto de su madre en WhatsApp queriendo no proseguir con aquella conversación. sin embargo una mano le interrumpió en mitad del mensaje. Una mano que se aferró a la suya y que hizo que sus dedos se entrelazaran con firmeza sobre la palanca de cambios.

-Mi Mimi...

Daba igual lo que pretendiese insinuar.

El susurro le había salido del alma.

Miriam miró sus manos; se sentía tan natural aquella posición. Como si no hubiera nada más perfecto que ellas dos a solas en un coche, una carretera y un destino. La gallega durante unos segundos se sintió libre y sin problemas; en aquellos segundos se sentía imparable y poderosa de la mano de Mimi.

Y daba igual no saber lo que eran en aquellos momentos, porque lo eran todo a la vez.

-Dime, bombón.

La leona suspiró con el corazón al saber que le había oído.

-Así no puedo escribirle a mi madre.

-No me importa-le contestó divertida-. Yo sí puedo conducir.

Otra vez volvieron a chocar sus miradas en el Yaris, aquella vez Miriam frunciendo el ceño y Mimi con una sonrisa pícara en sus labios.

-En algún momento tendrás que cambiar de marcha-le devolvió el juego.

-No, fíjate.

Mimi hizo un movimiento rápido de brazo y cambió la forma en que sus dedos se entrelazaban. En vez de estar sus palmas juntas, la palma de Miriam quedó justo encima del dorso de su compañera de viaje; de aquella forma, si la conductora quería cambiar de marcha lo podría hacer sin soltarse y la gallega tan solo tendría que acompañar sus movimientos con su mano izquierda.

-Te odio.

-Me quieres.

Ella soltó su teléfono móvil con la mano libre que le quedaba y se rindió no sin antes dar su último golpe.

-Pues ya que es mi viaje-enfatizó en las últimas dos palabras-, sal en la siguiente salida y paramos para comer. Necesitamos salir un poco de este coche.

Mimi le apretó los dedos entre risas:

-Nuestro viaje.

Y no había nada más bonito que aquel nuestro. 

I've always liked to play (with fire) Miriam²Where stories live. Discover now