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Verdades


Tae-oh

Acomodé mis gafas de sol por encima de mi nariz. Y me quedé esperando...

Los aeropuertos siempre me parecieron la cosa más horripilante que pudiera llegar existir. Lleno gente extranjera y un espantoso olor a sudor que me hacía querer vomitar. Estaba sentado en uno de esos tantos asientos del aeropuerto, a unos metros de la cinta donde se retira el equipaje. Solté un bostezo de aburrimiento mientras movía mi pierna derecha de arriba a abajo ante la desesperante espera de... la persona que llamara mi atención.

Mi plan era simple, pronto llegaría un evento importante del cual hablarían muchas personas, entre ellos la prensa. Y eso era genial, porque, según lo que había planeado, arruinaría al CEO de la empresa de moda más grande de Seúl, mejor conocido como: mi padre.

Todo era tan fácil. Comenzaría por buscar a alguien que lo saque de sus casillas para que comenzara a actuar delante de todos como lo que realmente es, una gran basura humana. Disfrutaría del momento exacto en donde los medios de comunicación hablaran de su actitud descontrolada y falta de empatía; y sabía que ese señor era capaz de sobornar a todos con tal de que no lo arruinaran, pero había otras personas que le encantaría verlo hundido al fin, aparte de mí.

Y esas personas trabajaban en otras empresas rivales de moda.

Sé que eso es sabotaje, pero todo sea por ver el momento exacto en que toda su torre de dinero y falsedad empresarial caiga. Y para cumplir mi objetivo debía buscar a alguien que se acople a lo que tanto él detesta.

Apenas llevaba quince minutos de espera, y ya era todo un agobio para mí. Mi mirada recorría a esas personas que venían solas a este país, pero nadie lograba captar mi atención. Nadie, excepto... ella.

Se la notaba perdida cuando se acercó a la cinta para retirar su maleta, iba con pasos lentos y sus manos jugueteaban entre sí, a lo que supuse que podía estar nerviosa. No vi a nadie a su alrededor, y eso fue algo bueno para mí. Fruncí un poco el ceño cuando le dio unos toques en el hombro a una mujer que no sobrepasaba los cuarenta, y le mostró su móvil. Mi entrecejo se frunció mucho más al ver que esta chica le acercaba el móvil a la boca y la señora comenzaba a hablar.

No entendía mucho que estaba haciendo, pero aun así no aparté mis ojos de ella. Le sonrió a la mujer y se fue haciendo un par de cortas reverencias. La seguí con la mirada cuando volvió a acercarse a la cinta, y esta vez pudo sacar una maleta grande con estampado militar rosa y un bolso negro que lo pasó por encima de sus hombros.

Mientras escribía algo en su celular, la vi alejarse, sin percatarse de que había olvidado su maleta rosa atrás. Por poco suelto una risa nasal cuando la veo volver corriendo en busca de ella, haciendo que casi se tropiece con sus propios pies.

Me puse de pié cuando se dirigía a la salida, y comencé a seguirla. Mantuve una distancia de cuatros metros, más o menos, para que nadie sospechara que estaba tras ella. Y mientras salíamos del aeropuerto, le di una ojeada de arriba abajo.

Iba vestida bastante "cómoda" a comparación de otros, pues solamente llevaba puestos unos joggings grises, una sudadera holgada del mismo color y unas zapatillas negras sin plataforma. Su cabello era lo más llamativo de ella, lo tenía suelto y lacio, con raíces negras y degradé gris de medios a puntas.

Sí, no estaba mal. Pero si pensaba como mi padre, esa chica estaba completamente desencajada a comparación de nosotros

Al salir afuera, fingí estar en una llamada con alguien, pero en realidad, por debajo de mis lentes de sol, mis ojos estaban enfocados en esa extraña chica. Llamó a un taxi y se acercó a la ventanilla del conductor para mostrarle su móvil «¿por qué estaba haciendo eso?», luego le pidió que esperase con una señal de mano y le acercó el móvil a los labios para que el taxista comience a hablar «no me digas que...». Mi expresión se suavizó y fue reemplazada por una leve mueca de malicia.

Me enamoré de un ¿medio coreano?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora