Prólogo

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¿Qué era aquel objeto de tan deslumbrante brillo?

Debía obtenerlo, a como de lugar. Ese objeto debía pertenecerle a él, a él y a su familia. Y, Xiao era el apellido que debía estar grabado en él. Grave error. La avaricia, la codicia, la envidia, la vanidad... Esos eran solo algunos de los aspectos que poseía Xiao Tai, cabeza y líder de una familia de militares, de la familia Xiao, haciendo así, que cada uno de sus descendientes adoptaran sus mismas malas aptitudes. Otro grave error, pues, estos malos sentimientos
llevaron a que toda una familia corrompiera sus propias almas, menos uno. 

El más pequeño de la familia Xiao, el último nieto de Xiao Tai, Xiao Han, el único al que aún su alma permanecía limpia y pura.




En esos tiempos, robar era considerado un acto deshonesto y deshonroso, que debía ser pagado con castigos muy fuertes como, cortar las extremidades primordiales para trabajar en ese entonces, sus manos. Pero, robar a Dioses y matar a uno de sus humildes guardianes en el intento, eso, se castigaba con la muerte.

— ¡Por favor perdónennos la vida!... ¡Grandes dioses de la vida, les imploro piedad por mí y mi familia! — rogaba el líder de la familia, mientras que los demás miembros se encontraban asustados y mirando anonadados lo que estaba pasando. 

— Implorar perdón por acciones cometidas a consciencia... ¿Deberíamos otorgarte el perdón? — habló una de las deidades presentes. — Xiao Tai, tu alma y la de tu familia es tan oscura, que si aceptáramos sus disculpas, no alumbraría ni un punto de luz en sus corazones... Es por eso que, cada ciento veintisiete años... El último hijo, del hijo primogénito del líder de la generación de la familia Xiao, al cumplir los veinticuatro años pagará su deuda con su vida, a manos de Xiao, el demonio de la montaña y el cual posee tu mismo nombre... Gracias a tus malas actitudes, tú y tus generaciones, quedan malditos.

Al oír aquel dictamen todo alzaron la cabeza con evidentes expresiones de terror, no les podía estar sucediendo esto, el Dios de la muerte no los podría estar castigando, no a ellos, no de esta manera.

— Sin embargo... Como diosa de la vida... no puedo permitir que un hijo de corazón puro y honesto sea sacrificado sin haber cometido ninguna deshonra... La familia de guerreros Wang, de corazones honrosos y leales, son los que han cuidado con su vida el cristal que robaste con tus métodos tan deshonestos hijo de la avaricia, ¡Y quienes un miembro les arrebataste! — expresó la Diosa con enojo en su tono. — No puedo permitir que algo como esto se vuelva a repetir, es por eso, que el segundogénito del clan de guerreros Wang, ahora llamado guardián Aytigin, o guardiana Langhuie llegará y cuidará al hijo puro hasta el momento que exista algo más que la obligación, orden y deber... Solo entonces, la maldición acabará.

Las siluetas majestuosas de ocho dioses se iluminaron provocando una luz cegadora haciendo que todos, cerraran sus ojos y soltaran un grito de terror. 



Unos minutos después, la mujer mayor de la casa, habló.

— Esposo... ¿Qué haremos ahora? ¿Cuándo iniciará la maldición?— preguntó con la preocupación a flor de piel.

Pero no era solo ella, todos comenzaron a alterarse y lanzar preguntas al aire con miedo.

— ¿Abuelo Xiao Tai... Qué sucederá conmigo y con mi familia?

Todos voltearon a ver al joven que había interrumpido la ola de desesperación de la familia. Un joven pelinegro que vestía ropas de la época, el cual se preparaba para el examen militar, quien en sus brazos dormía un pequeño de un año y el cual se encontraba sentado a un lado de su hermosa esposa, la cual llevaba seis meses de gestación.

— El último hijo de su primogénito... Mi padre tuvo tres hijos, mis hermanos mayores... Yo soy el último... ¿Eso significa que moriré gracias su malas acciones abandonando a mi familia y dejándola en desamparo? — preguntó con las lágrimas comenzando a acumularse en sus ojos.

Creía ser fuerte y no se permitiría llorar, pero su esposa, ella lloraba aferrándose a su brazo, eso hacía que su objetivo se le hiciera casi imposible. Xiao Han mantenía un rostro neutral, pero el brillo que causaban las lágrimas dejaba a notar claramente su miedo a morir.

— ¿Padre, abuelo... es esto todo lo que querían lograr?... ¿Robar un cristal precioso matando a uno de los guerreros guardianes del templo sagrado en la montaña? ¿Cuál era la necesidad?... Comida no nos hace falta, dinero tampoco, techo y paredes donde refugiarnos en las épocas en las que el cielo está de mal humor tampoco... ¿Cuál era la necesidad de tomar algo que no les pertenecía?... ¡¿Ahora simplemente moriré dejando solos a mi esposa y a mis hijos?! — preguntó con indignación haciendo que todos bajaran la cabeza.

— Vámonos de aquí — ordenó tomando la mano de su esposa.

— ¡No! ¡Hijo mío!... — llamó su madre pero, ya habían salido de aquella habitación.






Xiao Han veía cómo su esposa lloraba desconsolada en una esquina de su habitación en el suelo, le dolía ver aquello. A diferencia de sus familiares, él sí se había casado con su esposa por amor y no por interés. Verla sufrir por él de aquella manera, le destrozaba el alma, porque él la amaba con cada latido de su corazón.  

Se acercó hasta quedar a un lado de ella y tomó delicadamente su mano haciendo que esta volteara a mirarlo.

— La emociones fuertes le harán daño a nuestro pequeño hijo. Ya no llores más por favor.

— ¿Cómo quieres que no llore? — preguntó en medio de un sollozo. — Pagarás por algo tan injusto y que no has hecho con tus propias manos.

Xiao Han suspiró.

— Lo sé... Pero así lo dictaminaron los dioses — habló con resignación. — Quiero que me prometas algo Huang YeNie... Criarás a nuestros hijos para que sean personas de bien, que sean amables y bondadosos, valientes pero no arrogantes, humildes pero no irrespetuosos... ¿Está bien? — la mujer negó.

— No podré hacerlo sin ti a mi lado, no podemos hacerlo sin tí — dijo posando sus manos en su abultado vientre.

Xiao Han sonrió enternecido, volvió a tomar las manos ajenas y las apretó un poco soltando una muy pequeña risa.

— Claro que podrás. Eres mi esposa, eres demasiado valiente, eres la mujer más fuerte, amable y hermosa que conozco y sé que todos tus buenos valores los inculcarás a nuestros hijos para que sean buenas personas, así como tú... 

— Quédate a nuestro lado — pidió dejando que sus lagrimas rodaran.

— Me quedaré a su lado. Vamos a dormir, no puedes dormir tarde.





Al día siguiente, los gritos horrorizados de una mujer hicieron que todos los que vivían en aquella gran casa corrieran a ver qué era lo que sucedía.

Huang YeNie lloraba sobre el cuerpo sin vida de su esposo y a un lado de ellos, un joven noble que sostenía una espada sobre su pecho, estaba igualmente sin vida.

 
Ella gritaba desesperada y asustada, puesto que, ese día Xiao Han cumplía veinticuatro años, comenzando así con aquella maldición que los dioses habían lanzado sobre la familia Xiao.

































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The Promise [YiZhan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora