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Era un lugar algo frío, pero debía admitir que el paisaje que observaba era uno de los más hermosos que haya visto. Los suaves y al mismo tiempo potentes colores naturales del ocaso hacían que el verde del pasto y los arboles se vieran como algo mágico. Bajó su vista y extendió sus manos, era raro, no sentía aquella corriente de energía recorrer su cuerpo, se sentía más calmo de lo que normalmente estaba acostumbrado, pero se dio cuenta de un detalle.

Llevaba una camisa blanca muy holgada, era de una fina tela, suave al tacto y aunque había brisa, no hacía frío, sus pantalones eran iguales, de color blanco y holgados, estaba descalzo, pero no era incomodo.

— Tayden.

Volteó rápidamente al escuchar esa voz masculina pronunciar su nombre de guardián. Era un hombre alto, de cabello oscuro, fornido, y al igual que él llevaba las mismas prendas, con la única diferencia que este llevaba sandalias, una tiara, y una correa blanca cruzada en su pecho. Miró por unos segundos el rostros del hombre y sus orbes se abrieron tanto como sus rasgados ojos se lo permitieron. Era el mismo hombre en la pintura del salón de armas.

— ¡¿Gu-guardián Nash?!

— ¿Qué haces muchacho? No deberías estar aquí — Yibo negó.

— No-no sé que hago aquí. Yo solo... ya estaba en este lugar.

Nash fijó sus ojos en el castaño recorriendo su mirada de pies a cabeza.

— Ya veo... Tayden... Tú no eres de este lugar. Regresa a dónde perteneces — hablaba calmado.

— Pe-pero... ¿Dónde estoy? — el mayor río bajo.

— Aún no es tu tiempo hijo, vuelve cuando en verdad hayas dejado el mundo terrenal. Solo cuando ese momento llegue, te diré qué es y para qué sirve este lugar. Ahora vete, camina por ese sendero y no te detengas ¿De acuerdo? — señaló. Volteó a mirar el lugar que había señalado.

— Pero yo-... — dejó de hablar cuando al girarse, se dio cuenta que ya no había nadie.

— ¿Guardián Nash? — llamó, pero había desaparecido.

Confundido, decidió obedecer, y comenzó a caminar por el sendero que le había señalado el hombre. Y, aquel hombre no era nada más y nada menos que su abuelo de muchas generaciones atrás, para ser más precisos, él es el antepasado de Adhara y suyo.

Caminaba relajado, disfrutando de la suave brisa, sus manos jugaban con las plantas que se encontraba en el camino. Había una grande sonrisa plasmada en su rostro, se sentía tan libre y fresco. De pronto, una imagen llegó a su mente despertando todos los recuerdos de los momentos que alguna vez vivió.

Zhan — susurró.

Miró hacia el frente viendo como todas la imágenes pasaban por su mente cual película.

Zhan — volvió a susurrar, para comenzar a correr.

No sabía hacia dónde se dirigía exactamente, solo tenía un objetivo en mente, volver con Xiao Zhan lo más rápido posible.




Todos los que estaban en aquella habitación blanca se sobresaltaron al ver a un castaño sentarse de golpe en la camilla, con la respiración acelerada, y los ojos desorbitados, jadeando y con una expresión de susto plasmado en su rostro. Miró a su alrededor observando con detenimiento el rostro de los presentes, estos hablaban y hablaban pero no prestaba atención a ninguna de sus palabras.

— ¿Qu-qué día es hoy? — preguntó interrumpiendolos.

Las cuatro personas que estaban en aquella habitación se miraron entre sí.

The Promise [YiZhan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora