Capítulo 4.- La Hermandad del Bosque Real

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Cersei Lannister

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Cersei Lannister

Cersei siempre había soñado con el día en que se casaría con Rhaegar Targaryen. Él sería el Rey más apuesto y sólo tendría ojos para ella. Su padre se encargaría de manejar el reino y ellos podrían pasar las tardes disfrutando de las canciones que él le escribiría alabando su belleza. Viajarían por el reino, organizarían torneos y los lords los alabarían. Ella le daría herederos y él la colmaría de obsequios.

Era una unión idónea. Escrita en las estrellas.

Su padre era la Mano del rey, y su madre había servido como dama de compañía a la reina Rhaella durante años.

Cersei había nacido para convertirse en reina de los siete reinos.

Pero entonces apareció la chica del sur.

No la había considerado antes como una opción, nadie lo había hecho, ni siquiera su padre.

Era mayor que el príncipe y había estado enferma desde el día en que nació. Todos los señores se habían negado a casar incluso a sus hijos más jóvenes con ella, así que los años pasaban mientras ella envejecía y estaba en camino de convertirse en yerma.

Cersei era todo lo que ella no, era más joven, más hermosa y más rica, y aun así había sido Elia quien había caminado hasta la estatua de la madre en el Septo de Baelor y se había casado con el príncipe.

La observó en su boda, estaba pálida y demasiado delgada, llevaba un vestido rojizo que la envolvía vulgarmente, la hacía parecer lo que en realidad era, una ramera lyseni.

Cersei en cambio lucía despampanante, todos los señores la miraban de reojo y murmuraban de su belleza, incluso el príncipe la miró cuando la dorniense lo dejó solo. Estaba segura de que se arrepentía de no haberse casado con ella. Cersei podría haberlo hecho feliz.

Habría sido una mejor y más adecuada esposa. Todo el mundo concordaba.

—Mi señora, vuestro hermano ha llegado... —Sybell anunció entrando a la habitación con el rostro bajo. De todas las damas de compañía que su padre le había obligado a tolerar a lo largo de los años, Sybell Spicer era la que más había durado. Entendía cuál era su lugar. Cersei sonrió.

—Lo sé, —Cersei la interrumpió. No desvió ni un segundo su mirada del espejo de su tocador, su padre le había informado que lord Sumner Crakehall los visitaría y traería a Jaime con él.

Habían pasado más de siete lunas desde la última vez que se vieron, demasiado tiempo para el gusto de Cersei. No entendía porque su padre no lo llamaba a corte como a ella, en vez de hacerlo perder el tiempo con un lord que carecía de importancia. Si era tan importante que su hermano se convirtiera en caballero, podría hacerlo en Desembarco del rey, podría incluso servir de escudero de alguno de los miembros de la guardia real si su padre lo decidía. Así no tendrían que estar lejos por tanto tiempo.

Los Últimos DragonesWhere stories live. Discover now