Capítulo 5.- Rocadragón

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Ashara Dayne

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Ashara Dayne

Ashara recorría los fríos pasillos de Rocadragón, envuelta en su capa de piel de lobo. Era una tarde de invierno, y el viento gélido soplaba a través de las hendiduras de las ventanas, haciendo que el castillo resonara con un murmullo inquietante.

No pudo evitar pensar en su hogar. Extrañaba el calor de Dorne, sentir el sol en la piel y la brisa cálida alborotarle el cabello.

Suspiró, se preguntaba cómo podía la gente soportar vivir en un lugar tan inhóspito.

El primer mes en la isla había sido el más duro. Al anunciarse el compromiso de Elia, Ashara había mandado confeccionar capas y vestidos para el nuevo clima al que se enfrentaría, pero las telas y pieles que habrían sido más que suficientes para hacerla sudar en Dorne, se sentían tan ligeras como la seda en Rocadragón.

A las demás les ocurrió lo mismo. Así que llamaron a un sastre de Desembarco del Rey, y encargaron nuevos atuendos, aunque durante el tiempo que le tomó confeccionarlos, ninguna de ellas puso un pie fuera del castillo.

Las habitaciones de Elia eran las más cálidas del castillo. El príncipe Rhaegar había tomado medidas especiales para asegurarse de que su esposa estuviera cómoda en ese inhóspito lugar. Había instalado otra chimenea en su alcoba, así como cortinas gruesas y pesadas que mantenían el frío afuera.

Sin embargo, para Ashara y las otras damas de la corte, las habitaciones de Elia eran un lugar en el que rara vez eran requeridas. Rhaegar pasaba todo su tiempo libre con su esposa, de manera que Ashara estaba convencida de que, si Elia no estaba embarazada antes de su llegada al castillo, el príncipe se había encargado de ello.

Durante su viaje hacia la Fortaleza Roja antes de la boda, sus preocupaciones habían resurgido. Decenas de hombres caían rendidos ante los encantos de Elia, pero el príncipe era una historia diferente.

Ashara recordaba la expedición real a Dorne, un par de años atrás, cuando Rhaegar y Elia se habían conocido. En aquel entonces, Rhaegar no parecía interesado en ella, pasó gran parte del viaje hablando con su hermano, Arthur.

Pero en cambio ahora...

A veces no podía creer que se trataba de la misma persona, pero había presenciado cómo Elia lo había cautivado hasta un punto sin retorno.

Ashara incluso escuchó al príncipe Lewyn comentar que ni siquiera el príncipe Trystane era tan devoto de la princesa Loreza como Rhaegar lo era de Elia.

Se sentía frustrada por la forma en que algunos miembros de la corte del príncipe desconfiaban de su cercanía con Rhaegar. Habían llegado a afirmar que Elia le había dado una poción Lyseni para enamorarlo y desatar sus deseos más impuros.

Y aunque Alyse le advertía que los rumores podían ser peligrosos, Elia solo se reía, y aseguraba que se la había robado a Oberyn.

Ashara recorrió los pasillos de Rocadragón con las mejillas rojas por el frío. El castillo era conocido por sus corrientes de aire gélido, y Ashara había tenido que caminar por un largo pasillo de piedra antes de llegar a las habitaciones del maestre Jaremy.

Los Últimos DragonesUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum