Capítulo 8.- Anhelos y Tormentos

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Cersei Lannister

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Cersei Lannister

Cersei irrumpió en la torre de la Mano. No había sentido tanta furia desde el anuncio del compromiso del príncipe Rhaegar. Su habitual compostura se desvaneció y fue remplazada por una ira tempestuosa que rugía en su interior.

¿Jaime casado con Lysa Tully?

¿Acaso su padre había perdido la cabeza?

Entre todas las doncellas en el reino, ¿Lysa Tully? ¿Esa muchacha estúpida y fea se convertiría en la señora de Roca Casterly?

¿Cómo podía su padre hacerles esto?

La rabia hervía en su sangre, un fuego ardiente que amenazaba con consumirla. Lysa viviría en Roca Casterly, se convertiría en la señora del castillo, compartiría el lecho con Jaime, le daría herederos. Jaime sería suyo...

No, no podía soportar esa idea.

Jaime jamás la amaría. No podría hacerlo. Nunca la amaría, ni siquiera llegaría a desearla, no podría amar a ningún hijo que ella pudiera engendrar, Lysa perdería el sueño, y viviría día a día cuestionándose que había hecho mal, cuál habría sido su error, pero nunca tendría una respuesta. Jaime jamás podría amarla, simplemente porque Lysa no era ella.

Jaime era suyo, y nunca la traicionaría.

Sin embargo, las lágrimas fluían sin cesar, exponiendo su miedo oculto.

¿Y si lo hiciera? ¿Y si Lysa pudiera darle todo lo que ella no podía? Ella podría besarlo en público, ante los ojos de los Siete Reinos, y a nadie le importaría. Sin duda Lysa se moriría de la emoción al enterarse del compromiso, alabaría cada acto de Jaime, y lo vería con total y completa adoración...

Y después de todo, Jaime seguía siendo un hombre, con necesidades, y Lysa no era más que una ingenua niñita dispuesta a cumplir cada uno de sus caprichos.

El miedo la paralizó, sentía un peso opresivo en su pecho.

Por primera vez en su vida, Cersei sentía el temor de perderlo. Era una oscura sombra que se cernía sobre su corazón.

Tenía que asegurarse de que ese matrimonio no ocurriera. Los engranajes de su mente trabajaban incansablemente, tejiendo una telaraña de intrigas, la ira que ardía en su interior le inspiraba una determinación feroz. Forjaría un plan tan poderoso que ni siquiera su padre sería capaz de detenerla.

La criada tocó tímidamente la puerta de su habitación, interrumpiendo sus pensamientos. La joven doncella, con los ojos bajos y el rostro pálido, le informó que su padre, lord Tywin, deseaba cenar con ella. Cersei la miró con desdén, su disgusto apenas contenido.

—Infórmale a mi señor padre que me uniré a él en breve —respondió con voz fría y cortante. La criada asintió y se apresuró a alejarse de su presencia.

Los Últimos DragonesWhere stories live. Discover now