Capítulo 10

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Habían sido dos buenos meses en los que Xiao Zhan, el hijo menor del comandante en jefe retirado del Ejército Real de China, se desempeñaba como maestro voluntario en esta aldea Akha. El tiempo había pasado pacíficamente. Las cosas simples que les enseñó a los niños se las transmitieron a sus padres, quienes no tuvieron la oportunidad de ingresar a una educación formal y dieron un buen resultado.

Los agricultores y ganaderos se volvieron menos susceptibles a los engaños de los comerciantes una vez que aprendieron a observar los números en la balanza por lo que se daban cuenta si algo andaba mal. E incluso si todavía se aprovechaban de ellos de alguna manera, era un pequeño costo y su forma de vida mejoró notablemente.

El propio maestro se acostumbró a las penurias que se habían convertido en su rutina. Caminaba cuesta arriba hasta la escuela en lugar de correr en una máquina trotadora. Aprendió a comer una comida sencilla cocinada por él en lugar de disfrutarla en un restaurante caro. Escuchó el cantar de los grillos para dormirse en lugar de la música de los clubes nocturnos.

Su cuerpo rechazaba cada vez menos el nuevo órgano. Su corazón latía irregularmente con menos frecuencia, excepto cuando el enorme oficial estaba cerca. Era algo que escapaba a su control. El inmunosupresor que tenía se acabaría para cuando llegara el año nuevo. Sin embargo, si hubiera ido a la ciudad para ver al médico en Beijing, su madre le habría impedido irse y nunca volvería a poner un pie aquí.

Zhan golpeó el escritorio con el bolígrafo. Había dejado que los niños se fueran a casa y estuvo revisando los deberes en soledad hasta la noche porque el clima era agradable. El chico de la ciudad dejó escapar un largo suspiro y miró sin rumbo fijo la vista exterior.

...¿Solo quedaba un mes?

Se estiró, ahuyentando el cansancio, y se levantó para salir a tomar un poco de aire fresco. Era finales de noviembre por lo que la temperatura en Jialing bajó aún más y tuvo que mantener su chaqueta de plumas puesta todo el tiempo. Miró hacia el cielo y vio como la luz se estaba atenuando. Dos pequeños aviones familiares volaban uno al lado del otro. Khama Zi Teng le dijo que era la temporada adecuada para hacer ‘Lluvia real’ debido al cielo despejado con nubes escasas.

Los aviones otorgados por el rey volarían para rociar cristales de cloruro de sodio en el cielo despejado con la humedad adecuada a una altitud de 7000 pies para estimular la precipitación que creaba las nubes. A esto se le llamó 'siembra de nubes'.

A medida que las nubes se elevaban a una altitud de 10000 pies, la aeronave volvía a dejar caer cristales de cloruro de calcio para alimentar las nubes. Una vez que se hacían más grandes, dos aeronaves se lanzarían hacia las nubes, atacándolas, y una arrojaría cristales de cloruro de sodio en la parte superior de las nubes mientras que la otra arrojaría cristales de úrea en un ángulo de 45 grados. Las nubes dejarían caer la lluvia al suelo y la cantidad de lluvia dependería del tamaño de las nubes.

Zhan inhaló el aire fresco durante un rato antes de regresar al salón de clases para alistar sus cosas e irse a casa. Saludó con la cabeza a los dos soldados recién llegados, a los que nunca había visto antes, como una disculpa por haberlos hecho esperar tanto tiempo. No podían dejar su deber a menos que todos regresaran a casa.

Tuvo suerte una vez más de que la esposa de Khama Zi Teng le hubiera dado una porción de su comida. Incluso si era simple y se había enfriado, seguía siendo un manjar para él. Después de terminar la cena, puso la tetera en el brazero para darse un baño caliente antes de que la temperatura bajara aún más.

La esbelta figura usaba una camiseta y un pantalón corto de fútbol como pijama y se encontraba envuelta en una manta suave y arrugada. Estaba acostado boca abajo apoyado sobre sus codos mientras abría y releía el diario de Yang Zi porque nunca se cansaba de él.

Un cuento de mil estrellasWhere stories live. Discover now