Rooster

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FELINETTENOVEMBER

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DIA 8:

Rooster

o Gallo, en castellano.

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Desde el fondo de la clase, la pizarra se veía borrosa.

Incluso si se ponía sus gafas de miopía, Félix no lograba leer o no lograba seguir la lección en cuestión.

Sin desearlo, como por reflejo, su mirada se desviaba hacia unos escritorios más adelante, casi al centro del salón. La observaba reír, mientras se peinaba su lustroso pelo azabache con los dedos. De vez en cuando, entre materia y materia, Marinette sacaba de su estuche un pequeño espejito y con él, se observaba las pestañas y los ojos, corrigiendo el delineado del maquillaje con la punta de sus dedos. A través del reflejo, ella lo podía ver a él, de reojo y subterfugiamente. Algunas veces, él también la estaba mirando, siendo pillado por ella, pero otras tantas, Marinette esperaba que él reorientara su vista para hacerla coincidir con la suya.

Apenas sus ojos se alineaban a través del espejo, Marinette lo cerraba y lo lanzaba dentro del estuche. Cortando el enlace.

Félix se recostaba en el respaldo de su silla, respiraba profundamente y seguía escribiendo.

Desde su sitio, Félix escuchaba suavemente su voz.

- No, Adrien, hoy no tengo nada que hacer. -

- Pensé que te vería en la cafetería. -

- No, en realidad, ya no estudio en la biblioteca, creo que puedo hacerlo en mi casa, es más cómodo. -

Desde su sitio, Félix se sentía lejano y exiliado, como una seta arrancada del campo por el tallo, como el polluelo que cayó fuera del nido debido al viento fuerte.

Oscilaba entonces, entre la angustia por el alejamiento, entre el odio por quererla cerca, o el querer tenerla lejos, o alejarla pero a medias. Laberínticas emociones, inconexas y contradictorias. Inundadas de post-it en forma de corazón que ahora eran sólo francos recuerdos, inundadas de monedas de libras esterlinas, inundadas de libros que ambos leían.

 Inundadas de post-it en forma de corazón que ahora eran sólo francos recuerdos, inundadas de monedas de libras esterlinas, inundadas de libros que ambos leían

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Una risa estridente cortaba su agonía.

Para empezar otro nuevo castigo.

Era su primo, Adrien, el condenado que le estaba haciendo cosquillas en esos momentos. Podía hacerlo, porque quería y porque se sentaban juntos. Sentarse. Juntos. Cosquillas. Marinette. Y ella se retorcía, sonriente y feliz, meneando su pelo, mordiéndose los labios. Algunas veces, Adrien le tocaba en la cintura haciendo pinza, logrando arrancarle carcajadas. O también, le acariciaba por debajo de la oreja, en esa zona sensible del cuello. O también, le soplaba fugazmente en el oído, logrando hacerla ruborizar.

--La verdad sobre el amor-- **Felinette November 2021**Where stories live. Discover now